El problema es político, de eso no hay dudas. En medio de la histeria del dólar, el miércoles temprano el presidente Mauricio Macri, en un mensaje de un minuto, salió a anunciar que reformulaban el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y los mercados le contestaron con una estampida que quedará en la historia negra del sistema financiero argentino. Nadie le creyó. Nadie más habló. Recién a la noche Nicolás Dujovne dibujó excusas y Marcos Peña, a la mañana siguiente, apareció en los medios desmintiendo su salida o la de cualquier otro, lo que en términos políticos es confirmar que alguno ya tiene boleto de ida. De hecho, parece que esta semana habrá novedades en ese sentido. El FMI recién a la noche de ese mismo miércoles emitió un comunicado que, dependiendo de quién lo leyera, podía interpretarse como desmentida o confirmación de lo que había dicho el pobre de Macri demasiadas horas antes. Dijeron que "estudiaban" un nuevo acuerdo con el país, no que ya estaba tomada la decisión de hacerlo. Al aparecer en TV, Macri debió haber tenido en sus manos una bala de plata, pero le dieron una de salva, porque no hubo anuncio en realidad. Malgastaron a Macri. ¿Quién fue? Todos los dedos apuntan al jefe de Gabinete, Marcos Peña, quien no logra desarmar la bomba verde del dólar. "Prefiero que sacrifiquen un Peña y no un Macri", decía alguien esta semana en los noticieros al analizar los errores políticos de la Casa Rosada. Es que hay un sector que nomina al ministro del Interior, Rogelio Frigerio, como jefe de Gabinete y cada vez hace oír su voz con mayor fuerza. Situación que, de ocurrir, sería una buena noticia para la mayoría de los gobernadores e implicaría un giro de 180 grados en la estrategia política de la Casa Rosada. El día que el dólar estalló por el aire fue el día en el que todas las estrategias de comunicación del macrismo se fueron al tacho. Ese miércoles no había a quién echarle la culpa. El macrismo, hasta esa mañana, venía sobreviviendo gracias a que los argentinos les venimos creyendo que la corrupción es solamente kirchnerista y que las crisis financieras son responsabilidad de la maldita herencia. No más. Ahora el país le puso nombre a los problemas. Veremos cómo sigue todo.

 

 

Es imposible que el país salga indemne de esta situación. Todo lo que se había acordado hasta el jueves deberá renegociarse, desde las paritarias hasta la relación con los gobernadores. Sergio Uñac y los mandatarios -del oficialismo y la oposición- que habían dado el OK a la discusión del presupuesto, ahora querrán esperar a saber las nuevas condiciones que impondrá el FMI para esta nueva oxigenación, porque a nadie le gusta firmar papeles en blanco, mucho menos si quien los escribe sufre de incoherencia crónica. Los gremios que estaban tranquilos van a recibir la presión de las bases, que ya no dan más, porque quienes están en la base de la pirámide ya no tienen margen para vivir. Los supermercados están remarcando, ayer subieron los combustibles y se espera que en un mes aumenten hasta completar al menos un diez por ciento. Los medicamentos no tienen techo. Las tarifas están por las nubes. Para colmo en medio de este escenario el Fondo está pidiendo déficit cero, pero ya. Nuestros nuevos viejos amigos quieren que Macri elimine el gradualismo e insisten con pisar el acelerador a fondo. El problema ya no son los $300.000 millones, ahora la cifra tiene muchos más ceros. 

Entre otras maravillosas ideas y por lo poco que se ha escapado hasta ahora en algunos medios nacionales, el macrismo está pensando en reinstalar las retenciones a la minería, el incentivo que el mismo Macri anunció en San Juan allá por febrero o marzo del 2016, apenas unos pocos meses después de haber asumido. Si eso ocurre, sería casi el tiro de gracia para la minería sanjuanina y, por obvia consecuencia, el final de este veranito económico del que estamos gozando, al menos al compararnos con la mayoría de las provincias argentinas. No hay que olvidar que los grandes proyectos, los que pagaban retenciones, están casi al final de su vida útil y no hay, al menos en el horizonte cercano, nuevos proyectos anunciados. Mucho menos con estos vaivenes: lo que más quieren los mineros en el mundo es que los gobiernos les garanticen estabilidad fiscal y social. Sin esas dos garantías es muy difícil que alguien si instale en esta o en cualquier otra provincia, por más que San Juan se haya convertido en destino favorito de inversiones, según el Informe Fraser. Igual, hay que tomar con pinzas lo que dicen los medios nacionales, muy expectantes y a favor del regreso de las retenciones mineras vaya uno a saber por qué. Alguien ayer a la tarde dijo que es difícil que el FMI apruebe quitarle dinero a multinacionales de las que termina nutriéndose, un argumento al menos atendible. No hay que olvidar que forman parte de los mismos capitales. Además, el flujo de fondos que ganaría el macrismo no movería el amperímetro. Probablemente haya sido una idea que alguien tiró, en medio de la tormenta, para apaciguar los ánimos del campo, en alerta por todos los rumores sobre el cambio de política que ellos mismos apoyaron en 2015.

Pero el problema, como dijimos al principio, es político. Nadie del macrismo defendió al Presidente. Sólo apareció Elisa Carrió vía Twitter, su vía de escape preferida. La diputada le echó más leña al fuego al usar la ya famosa y derruida teoría conspirativa para exculpar a su "amigo" Macri. Una teoría unipersonal e inconsulta, como casi todo lo que ella hace en favor de Macri. Tampoco salieron los gobernadores aliados. Todo lo contrario. Alfredo Cornejo, el mandatario mendocino y presidente de la UCR nacional, ayer se despegó de lo hecho por sus aliados y hasta se animó a criticar varias acciones. Macri no genera confianza. No lo hizo con los mercados el miércoles y ni siquiera con sus aliados. Mucho menos lo hará con la oposición. 

En medio de todo este lío, el mandatario quiere venir a San Juan a pasear por El Tambolar, una de las pocas obras del país que han quedado en pie. Será muy interesante observar quién se va a pelear con los custodios para estar a su lado y quien no lo hará, quién va al acto en la ruta 40 y quién se anima decirle en la cara que ya no quiere una foto junto a él para la campaña del año que viene. Hasta hace unos meses se peleaban por esa instantánea. Ahora, tengo mis dudas.

Lo que pasa en San Juan es un reflejo de lo que ocurre en todo el país. Ayer invitamos a varios dirigentes de Cambiemos al programa de radio Sarmiento "A todo o Nada", y ninguno pudo/quiso ir. Fabián Martín estaba en operativos de limpieza (como todos los sábados). Marcelo Orrego dijo que no podía y Roberto Basualdo viajaba a Estados Unidos el viernes en la noche. Basualdo, como ya se ha dicho en estas columnas hasta el hartazgo, está más afuera que en el país. Rodolfo Colombo y Eduardo Cáceres han sido los únicos en dar la cara para defender acciones del gobierno nacional. Orrego apareció hace algunas semanas con esa idea de eliminar el nombre de Cambiemos para diferenciarse del macrismo, pero de ahí en más no se supo nada más de ellos. No se sabe si lo harán o no y, fundamentalmente, si seguirán militando en conjunto. Hace poco estuvo en San Juan Frigerio y ninguno de los intendentes, senadores o diputados de Cambiemos fue a visitarlo. Estaban todos invitados a un almuerzo en Casa de Gobierno pero el único que apareció fue Cáceres. En términos políticos, lo que hacen los opositores sanjuaninos es una traición. No hay otra forma de llamarle. Probablemente su huida tenga sólo comparación con la corrida del dólar del jueves pasado.

En el peronismo dicen que a varios de ellos -Orrego y Martín fundamentalmente- les gusta mucho la idea de acercarse a Sergio Massa, pero desde el entorno de ambos jefes comunales desmintieron esa versión. Ya estuvieron de ese lado del mostrador, tampoco sería tan descabellado.

La desconfianza que les surgió de repente a los miembros de Cambiemos en San Juan es la misma que genera el macrismo hacia los mercados, los gobernadores y los empresarios, y por eso el dólar le respondió a Macri el miércoles y jueves con esa histórica corrida que ya todos conocemos.