Un reciente informe del Ministerio de Justicia de la Nación señala que el 75 por ciento de los diarios del país dejó de publicar avisos de oferta sexual al cumplirse un año de la implementación del decreto 936/11, que prohibió difundirlos como forma de prevenir la trata de personas y erradicar patrones socioculturales que reproducen la desigualdad de género y provocan violencia contra las mujeres.
La primera de las inquietudes es ciertamente loable y debe destacarse que numerosos medios periodísticos se han estado preocupando por este grave problema social. Lo cierto es que muchos de los avisos que se publicaban atentaban contra la dignidad de la mujer, porque al promover formas perversas de relación sexual, cosifican a la mujer convirtiéndola en un objeto sexual, con la probabilidad de afectar a menores de edad y la difusión de calificativos que implican discriminación hacia personas o grupos de nacionalidades determinadas, entre otras formas de agresión directa o indirecta.
El segundo objetivo, esto es, considerar la prohibición de publicar avisos sexuales como una forma de lucha contra el indigno comercio de trata de personas, peca por notorio defecto. Nadie duda de que éste es uno de los delitos infamantes que afligen a nuestro país, contra el cual se hace bien poco, pese a las denuncias de las ONG, de las organizaciones de derechos civiles y de protección a la mujer. Y a las pruebas reunidas en muchos casos de negocios, whiskerías, cabarets, locales bailables, que no son a veces sino tapaderas encubiertas del negocio de la prostitución ilegal, es decir, del proxenetismo, y triste destino de tantas mujeres engañadas, cuando no secuestradas, que pasan a ser sometidas a la peor de las esclavitudes. En general se les retienen los documentos, se les cobra el viaje desde el exterior y la comida y, como sus ingresos nunca alcanzan a pagar la deuda contraída, se convierten en esclavas.
En necesario señalar que hay formas de proxenetismo en todo el país. Afortunadamente, también, las barreras que durante años nos separaron de estos temas, por considerarlos tabú, hoy se alzan y nos permiten tratarlos de manera diferente cuando, por ejemplo, accedemos a las aleccionadoras declaraciones de una víctima de un prostíbulo que sobrevivió y da cuenta de su terrible experiencia.
Resulta imprescindible, además, hacer todo lo que esté al alcance para levantar la cortina de silencio y temor que se ciñe sobre muchas víctimas.