En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: "Les aseguro que el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos" (Jn 10,1-10).
Se celebra hoy la 51ª Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. En su mensaje, el papa Francisco, eximio testimonio de Buen Pastor, para quien no tengo más que palabras de gratitud, nos dice que cuando Jesús nos llama, pasamos a ser "propiedad” de Dios no en el sentido de la posesión que hace esclavos, sino de un vínculo fuerte que nos une a Dios y entre nosotros, según un pacto de alianza que permanece eternamente "porque su amor es para siempre” (cf. Sal 136). Desde su elección como Obispo de Roma, en la mayoría de las diócesis del mundo, aumentaron las vocaciones a la vida de consagración a Dios, en el sacerdocio o a la vida religiosa. Es que cuando los jóvenes ven autenticidad y entrega, como la del Papa, no temen en decir un "sí” rotundo al llamado de Jesús. El evangelio de hoy comienza advirtiendo sobre los malos pastores que, siglo tras siglo, traicionando a Dios y a su pueblo, habían esquilmado y diezmado a las ovejas de Israel. Recordemos que, mientras las pronuncia se encuentra en la gran explanada, enorme patio de catorce hectáreas y media que rodea al templo de Jerusalén. Allí, bajo el pórtico occidental, la columnata cubierta que da al Oeste, Jesús, como de costumbre, está hablando a la gente. Los exégetas o intérpretes de la Sagrada Escritura que analizan este discurso de Jesús, que aparece en la primera parte del evangelio de hoy, se muestran desconcertados al ver cómo el Señor salta de la imagen del pastor a la imagen de la puerta. Tan pronto dice "yo soy la puerta” o "yo soy el pastor”; mejor, según el texto original griego: "yo soy el pastor bello”, entendido bajo el concepto de belleza que, según santo Tomás de Aquino, se identifica con el bien, pero se distingue de éste, porque dice relación al conocer.
El desconcierto proviene de no ubicarse en ese contexto del templo donde las ovejas multitudinarias, atadas con cordeles o encerradas, esperan a los que han de adquirirlas para llevarlas a ser degolladas en el altar del templo. Tampoco tienen en cuenta estos exégetas el flujo constante de estos pequeños animales que, para las grandes fiestas, entran al templo por centenares, franqueando la "puerta de las ovejas”. Hay que pensar que si los sacrificios públicos comunes consistían en el ofrecimiento sangriento de trece becerros, dos carneros, catorce corderos y un macho cabrío, a ellos había que sumar los sacrificios particulares, consistentes en palomas, corderos y ocasionalmente terneros, que los devotos entregaban a los sacerdotes para su inmolación y que ascendían a millares de animales inmolados, sobre todo en las grandes fiestas, cuando los peregrinos llenaban la ciudad. Y sabemos que el número de peregrinos en Pascua podía sobrepasar la cifra de cien mil, cada grupo con sus animales.
Es frente a este espectáculo del templo-matadero, en donde Jesús no sólo está mirando a las ovejas conducidas a la matanza sino a ese pobre pueblo suyo engañado y explotado por sus dirigentes, por una casta sacerdotal que, en vez de ofrecerles consuelo y justicia, los esquilma; una clase política que los explota y envilece, y un trato anónimo que los ordena, también a ellos, como masa. Contra esa imagen de la multitud anónima, de las ovejas atropelladas hacia el sangriento fin del sacrificio, de la soberbia y dureza de la tramposa justicia y despótica autoridad de los falsos pastores, Jesús contrasta la imagen de "la puerta de las ovejas” que es, no la que conduce sin salida al corral, al matadero, sino la que, una vez transpuesta, hará encontrar el alimento. Jesús, el bello pastor es "el que llama a cada una por su nombre”. Ese nombre que, dicen los psicólogos, es uno de los sonidos más lindos que uno puede escuchar. Gracias al nombre, no somos un número. Así nos nombra Jesús. Dios sabe nuestro nombre. Jesús no nos empuja a gritos, con amenazas o atropellando conciencias. Cuando las ha sacado a todas, a sus ovejas, a las que llama por su nombre, a las que escuchan su voz, él va delante de ellas, no para condenarlas sino para salvarlas.
