Las reformas históricas que el Papa Francisco ha encarado, primero para resolver cuestiones administrativas y burocráticas en la Santa Sede y luego hacia temas pendientes la Iglesia, avanzan decididamente tras soluciones de fondo en el marco reflexivo, propio de la prudencia que exige el tratamiento de los asuntos controvertidos, pero de manera firme. Bergoglio ha implantado la cultura de la austeridad con su propia conducta ejemplar y no dudó en remover a las jerarquías cuestionadas, como el influyente cardenal Tarcisio Bertone figura de peso en la Secretaría de Estado, pero con un pensamiento incompatible con el aperturismo de Francisco.
En el contexto de asumir discusiones postergadas por el catolicismo, el Papa se ha referido al vínculo con los católicos divorciados, y que se vuelven a casar, quienes no pueden acceder al sacramento de la comunión. En un encuentro con los sacerdotes de Roma, Francisco los instó a buscar otra vía dentro de la justicia para las segundas nupcias, de manera que acojan a los fieles divorciados para que se "sientan en casa”. Y les recordó que las parejas no casadas también deben ser recibidas cordialmente por la Iglesia. Bergoglio, en su diálogo informal con los periodistas en el vuelo de regreso de Río de Janeiro a Roma, les adelantó que quería lanzar una profunda reflexión sobre esas situaciones tan dolorosas para los católicos.
Pero la revolución avanza también en costumbres arraigadas, como el celibato obligatorio. Quien puso la cuestión en agenda fue el cardenal Pietro Parolin, nuevo secretario de Estado del Vaticano, abriendo las puertas a una discusión largamente postergada: definió al celibato como una cuestión que no es dogma de fe, sino una tradición que data del año 390 de nuestra era.
Como si esto fuera poco, el jueves último Francisco volvió a sorprender al hablar sobre la homosexualidad y el papel de la mujer en la Iglesia, que no se separan de lo marcado por el Catecismo y cuya novedad está en que para él lo primero es el Evangelio y después la doctrina. Considera que la Iglesia a veces se ha dejado envolver en pequeñas cosas y preceptos, y ahí señala que la Iglesia en estos momentos lo que necesita es recuperar la capacidad de curar heridas y dar calor y cercanía.
Entre los "’heridos sociales” están los homosexuales. "’La religión tiene derecho de expresar sus propias opiniones al servicio de la persona, pero Dios en la creación nos ha hecho libre y no es posible una injerencia espiritual en la vida personal”. Más claro, imposible.
