Desde África y Medio Oriente, pasando por varios países europeos -como España, Gran Bretaña y Rusia- o Estados Unidos y Chile, las protestas como las pruebas de lealtad fueron prioridad. El 2011 fue un año de inquietudes en los mercados. La inestabilidad, el estancamiento, la confrontación política y el conflicto se agudizaron. En medio del vacío reinante, los problemas crecientes de narcotráfico en América Central, o el descuido que hubo hacia Medio Oriente a varios líderes árabes que contaban con el apoyo Occidental leal, tensó más la situación.
No obstante, en el medio de la crisis, la Argentina vivió particularmente y los argentinos nos dimos el gusto de dar cátedras con maestría hacia el mundo, fruto del "boom” de la soja. Fueron clases prácticas, de esas de ingeniería política memorables, claro. Cuando en la vereda de enfrente se ven soldados y no trabajadores. Oportunamente, ¿de qué se hacen problemas los europeos si basta con que la vida sea dividida entre buenos y malos (y qué hermoso es estar del lado de los buenos), golpistas o patriotas, amigos o enemigos? Nuestro mejor consejo áulico fue siempre el de perseguir al diferente y construir una economía subordinada a la política. Reducir cifras de desocupación, planes y viviendas. Es que el dirigente tiene que ser fiel a su partido, y lo demás está todo justificado. Sobre todo es recomendable hacer ajustes después de las elecciones. Despotricar contra el FMI. Pero, todo ello basado en una regla clave: que el vicepresidente de un país sea estrictamente leal y tenga cuidado con lo que haga.
Es aquí cuando muchos nos interrogamos por qué la Presidenta le advirtió en público a su compañero de formula: "Guarda con lo que hacés”. Pero, ¿qué la llevó a desconfiar? ¿No era Boudou el leal indiscutido? Sin embargo, la actitud sembró la duda en varios alumnos de afuera que tomaban apuntes del mejor país.
Es que actualmente estamos rodeados de agitación política, y todo el mundo desconfía de todo. Parecería que en todos los problemas, los más allegados son los primeros sospechados. Recientemente, la prueba de lealtad le llegó a Boudou que tuvo que sacrificar el baño del mar, para demostrar que el también es capaz de heredar el sillón de la rosada en el 2015. Pero, tarde o temprano la prueba de lealtad nos llega a todos. Porque la lealtad es una virtud, cuando sólo está basada en reglas. La lealtad incuestionable a una causa, una fe o un individuo puede dañar cuando se sigue órdenes ciegamente.
Es que, la lealtad la deben demostrar los dirigentes políticos, empresarios, clérigos, deportistas, ciudadanos en general e individuos ya sea en algún vínculo conyugal o de amistad. Pero, aquí es necesario distinguir la lealtad en dos ámbitos: uno público y el otro privado. Para el primero el fin palpable (ya sea de poder o económico) no suele ser un requisito en la práctica política, que según un proverbio popular "una onza de lealtad vale lo que una libra de ingenio”. Un dirigente, en ocasiones, es visto por su partido como una mano para los lobbies, y como un "espadachín” para la batalla mediática. Ser leal en términos partidarios significa ser sumiso, obediente, y sin peros en la lengua (la historia en nuestro país nos recordó siempre este modo de lealtad). Aquí, la lealtad a los principios, votantes, suele considerarse como traición a los superiores. Y, es esto lo que distancia y ofende a mentes independientes de derecha o izquierda del prisma político. A veces, en las figuras públicas cada golpe contra ellas, hace de cualquier traición un asesinato en potencia.
En cambio, en la segunda con la vida personal, la lealtad es más simple. En la amistad o en el amor, es dar apoyo a alguien a pesar de diferencias. Al respecto, no hay traición, si no hubo un acuerdo anterior. El claro ejemplo de traición se ve en las infidelidades de los amantes, al sentir que la confianza ha sido violada. Pero, la verdadera lealtad debería ser espontánea y no forzada como derecho. Porque toda institución desarrollaría humanidad superando la base medieval con ideas y prácticas críticas, como trabajar disciplinas internas sin basarlas en el poder de la obligatoriedad, si no en la convicción. No digo que todo es descontrol, pero las religiones confunden si algunos ven en ellas una forma de aferrarse al poder. Y, todo ello golpea las democracias, si la prioridad es defender una institución, sin importar tanto el bienestar general de las personas.
