La Biología y la Genética moderna nos enseñan que la vida humana comienza desde el momento de la fecundación. El ser humano, desde la unión de los gametos masculino (espermatozoide) y femenino (óvulo), tiene un código genético propio, único e irrepetible, diferente a sus progenitores. Con la fusión de los gametos, se unen los 23 cromosomas del espermatozoide paterno con los 23 cromosomas del óvulo materno. Se forma, en ese instante, una nueva célula de 46 cromosomas (único de la especie humana), llamada cigoto, la cual contiene una nueva combinación de material genético, resultando así un individuo diferente tanto de los padres como de cualquier otro ser humano. No hay ninguna duda, científicamente hablando, de que estamos en presencia de un nuevo ser vivo que pertenece a la especie humana, que comienza a desarrollarse de manera continua y autónoma por una paulatina pero rapidísima multiplicación y diferenciación de células. Es la misma persona que la que vendrá a nacer y que conservará, igualmente, su individualidad hasta su muerte natural. Pruebas de lo que venimos afirmando está al alcance no sólo de los científicos, sino de cualquier persona, a través de las modernas técnicas fotográficas y ecografías. El famoso video del National Geographic titulado "En el vientre materno", muestra, paso a paso, este fascinante proceso de desarrollo embrionario y fetal. Sería ridículo que, hoy, ante semejante evidencia científica, se negara tozudamente el carácter humano del ser en gestación.
En conclusión, es evidente entonces, que el aborto es aplicar injustamente la pena de muerte a un ser humano inocente e indefenso. ¿Qué sentido tiene hablar de la dignidad del hombre y de sus derechos fundamentales, si no se protege al niño por nacer, o se llega incluso a facilitar los medios para destruirlo? Es hipócrita hablar de derechos humanos y permitir el aborto que niega el derecho a la vida. Es contradictorio que, actualmente, por un lado, se abogue por la abolición de la pena de muerte, mientras que por otro, se exija la pena de muerte del niño por nacer mediante la despenalización del aborto. Es patético que, mientras se alza la bandera de los derechos humanos por un lado, por el otro se ignore el primer y fundamental de los derechos: el derecho a la vida.
Se defiende el derecho al aborto mediante el supuesto derecho de la mujer a disponer de su propio cuerpo. Si bien es verdad que el ser humano tiene derecho a disponer rectamente de su cuerpo e incluso el deber de cuidarlo, el derecho de la madre a su cuerpo no se extiende al de otra criatura humana, como es el ser que se desarrolla en su seno. El hijo tiene también derecho a su cuerpo y a su vida y nadie puede atentar contra él. Quien defiende los derechos humanos, considera el derecho a la vida como fundamental. No existe el derecho a matar; existe el derecho a vivir.
