Tal como lo anunció en septiembre pasado, al presentar la renuncia a su cargo, pero con la advertencia de abandonar sus funciones en la Corte Suprema de Justicia al día siguiente de concluir el mandato presidencial de Cristina Fernández, el doctor Carlos Fayt se alejó formalmente del máximo Tribunal de la Nación, el viernes último.

Un día antes, el anciano magistrado de 97 años se fotografió en el Palacio de Justicia con sus colegas Ricardo Lorenzetti, Elena Highton de Nolasco y Juan Carlos Maqueda a modo de despedida y con la plenitud de sus condiciones psicofísicas a pesar de su avanzada edad. Fayt es una figura emblemática en la historia del derecho argentino, con una trayectoria inigualada tanto por su aporte a la magistratura y en los claustros universitarios, como lo atestigua la prolífica bibliografía que ha servido de referencia a generaciones de jurisconsultos.

Además de desempeñarse en la docencia, fue miembro de numerosas entidades vinculadas a la abogacía hasta el 21 de diciembre de 1983, cuando fue nombrado en la Corte Suprema de Justicia, ya con la democracia reinstalada en la Argentina, y se mantuvo en el cargo por más de tres décadas al no ser alcanzado por la reforma constitucional de 2004, que fija el tope de 75 años para desempeñarse en el alto Tribunal. Fayt nació el 1 de febrero de 1918 en Salta, en una familia católica que luego se mudó a Buenos Aires.

A pesar de su edad, el doctor Fayt debió resistir en los últimos meses una embestida canallesca de parte del Gobierno saliente a partir del desprecio de la propia expresidenta que lo calificaba despectivamente de ‘juez centenario’, y a la vez de ordenar al oficialismo de la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados abrir una investigación sobre la aptitud física y psicológica del ilustre magistrado.

Siguió una campaña persecutoria presionándolo para que renunciara por su edad, pero la lucidez de Fayt le dio una respuesta lógica. Reapareció en Tribunales afirmando que estaba muy bien y poco tiempo después elevó su renuncia a la expresidenta haciéndole saber que sería a partir del 11 de diciembre. Y él sí que se ha ido por la puerta grande, dejando una lección de entereza por el respeto a la independencia del Poder Judicial, además de una trayectoria impecable como jurista y, fundamentalmente, como hombre de bien.