Un juego perverso, conocido por alumnos de muchas escuelas como "Maten ese bicho”, le provocó hace poco a Daniel, un chico de 11 años, la extirpación de un testículo por una brutal golpiza que recibió en uno de los baños de la escuela primaria Brigadier Estanislao López, de la localidad de Fighiera, en Santa Fe.
En algunos colegios, parece gravitar una atmósfera de tensión que predispone a la violencia. Padecen los males de una subcultura de la violencia enraizada en el entorno escolar. Esa realidad hiere injustamente al maestro y a los alumnos que aspiran a obrar constructivamente. Es indudable que la situación reclama una atención especializada, así como la presencia de nuevos recursos psicopedagógicos y sociales, porque las raíces de los comportamientos violentos no están en el colegio, y se requiere trabajar con esa perspectiva para un mejor control de los problemas observados, que perturban los mejores planes de la actividad escolar. Una verdad tradicional es que una firme alianza entre la escuela y la familia es decisiva para conducir y orientar a los menores.
Por otra parte, en una dimensión amplia de la cuestión surgen las secuelas de los males sociales, indisciplinas.ausencia de docentes y preceptores ne recreos y salidas de escolares, la desorganización del núcleo familiar. En el hecho de la vigencia constante de la violencia en el comportamiento infantil existe una raíz biológica, como puede ser el hambre; otra competitiva, originada en el afán de ganar un reconocimiento o posición dominante, o bien se trata de un medio ejercido para defender un logro o demostrar algo inculcado como valor cultural, como actos de machismo, de protección del honor o la decencia.
También puede verse en los actos violentos una respuesta desesperada a la ansiedad, la angustia o la vergüenza. Hay una realidad que no puede omitirse tampoco: tanto la crisis de autoridad de los docentes, que actúan muchas veces con temor ante sus alumnos, como la pasiva actitud de los padres, sólo preparan el terreno para este fenómeno en constante avance.
La reiteración de episodios violentos mantienen viva la preocupación de la comunidad escolar y, por ello los docentes reclaman de los padres y de las autoridades acciones efectivas para poner límites a los agresores, ya que se sienten impotentes la mayoría de las veces para encontrar por sí mismos la solución.