El movimiento conocido como "los indignados”, surgido de las redes sociales como una expresión de protesta popular activa contra el sector financiero multinacional que desencadenó la peor crisis económica de las últimas décadas en Europa y los Estados Unidos, cumple hoy un año de su espontánea creación. Las manifestaciones en diferentes ciudades de naciones desarrolladas han sido atípicas, desde el año pasado, ya que estas acciones parecían propias de la situación social en países emergentes, o frente a regímenes totalitarios donde no hay medios de expresión independientes, como ocurrió en la "primavera árabe”, con efecto multiplicador en Medio Oriente.
Es también sorprendente que en ciudades del primer mundo se abogue ahora por una democracia real y participativa, que garantice vivienda, trabajo, cultura, sanidad y educación gratuitas, como se pide en París, Viena, Budapest, Bucarest, Belgrado y Sofía, por ejemplo, reivindicando mejor distribución de la riqueza y una nueva ética pública. No olvidan tampoco que el desequilibrio entre los ingresos y el gasto, más las maniobras de grupos financieros, desataron un colapso recesivo con alta desocupación, al que no escapó a EEUU, porque los indignados lo hicieron conocer públicamente el año pasado en Detroit y Nueva York.
Ayer la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), reveló que el número de desocupados aumentó en 13 millones en esa zona desde el inicio de la crisis hasta el cuarto trimestre de 2011, lo que indica una realidad social que parece justificar este movimiento global que parecía impensado en un mundo con gran bienestar, pero carente de sustento entre recursos y consumismo, además de políticas equivocadas.
