Si la historia es una mensajera de los hechos pasados, como diría Cicerón, es admisible y racional afirmar que analizando el pasado reciente del País, ello nos permitiría inferir orientaciones experimentales para pensar y ampliar la perspectiva de construcción de instrumentos de soluciones para el momento presente, o al menos, reflexionar sobre diversas alternativas y vías de alivio o superación de los obstáculos que implica la actual crisis. Es preciso señalar que es extraíble racionalmente un denominador común a las crisis pasadas de la argentina en relación al problema núcleo que azotó históricamente a la argentina, y que consiste, en cómo resolver, aliviar o encauzar a puerto más controlado, la pérdida de valor de la moneda nacional respecto de las divisas extrajera, especialmente el dólar. Entonces, con problemáticas pasadas y presentes con una causal central que funciona como denominador común, vamos a destacar la recurrencia a un instrumento de salida común a, por lo menos, tres crisis anteriores que coincidieron en la idea propositiva de pesificar las relaciones jurídico económicas dolarizadas sucedidas a través de diversos mecanismos de funcionamiento de la vida de la sociedad de cada momento histórico. La primera crisis que elegimos es la que superó Arturo Illia en 1964 cuando pesificó los depósitos en dólares, con el certero argumento de que esos dólares no habían ingresado en términos reales al sistema, sino, que habían sido asientos contables devengados a partir de una contrapartida en pesos que los hacía equivalentes mediante operaciones de "cambio+ que no eran otra cosa que obligaciones de conseguir los dólares que no estaban de modo físico. Tal pesificación, se basó en un principio de realidad que exponía que era justo pesificar depósitos en dólares que nunca fueron constantes y tangibles a la vista.

La segunda crisis es la de la transición de Alfonsín a Menem en que, para salir del escenario de hiperinflación y pérdida de valor del peso ante el dólar, se adoptó por parte del gobierno de Menem, una decisión drástica que fue la adopción de la regla de la convertibilidad del peso a razón de un peso un dólar. Esto eliminó la inflación por razones obvias, pues, no tenía sentido especular con las variaciones futuras del dólar porque, el propio Gobierno garantizaba la conversión equivalente del peso. En el corto plazo funcionó porque los dólares llegaron atraídos por una apertura y privatización de núcleos sensibles de la economía. Pero, a mediano y largo plazo, se iba engendrando un problema mayúsculo como fue el agotamiento de la fuente de abastecimiento de esos dólares. Pero en el corto plazo la receta, una vez más, demostró que sin arreglar el frente externo de la economía ésta se sofoca.

De este modo las deudas denominadas en dólares se pesificaron uno a uno entre privados y de igual modo las deudas con el sistema financiero, y, por su parte, los depósitos en dólares fueron pesificados a razón de $ 1,40 por cada dólar actualizados por CER, compensando el Estado, en este último caso, las diferencias y perdidas mediante un bono público a favor de los Bancos.

Entonces, a cambio de un alivio en el corto plazo, se pesificó en 1964; se igualó el peso al dólar en 1991, y, se pesificó, dentro de una banda de oscilación, en 2002, logrando en los 3 casos, sacarle presión al peso respecto al dólar. Ahora, en la crisis del 2018, vemos que el principal problema vuelve a ser la presión contra el peso, y, nos preguntamos, si este momento actual, puede escapar a los antecedentes de emergencia recurrentes precitados. El futuro inmediato lo dirá, de persistir, la patología devaluatoria de fondo señalada.

Por Dr. Mario Luna y Fabián Núñez, Ex presidente y ex asesor del Concejo Deliberante de Jáchal, respectivamente.