Érase una vez una oreja a un celular pegada. Ellos viajaban juntos, en auto y a pie, en casa y en el trabajo, de día y de noche. Sólo resignaban poco tiempo el sagrado contacto: una horita o dos de recarga de él, cinco o seis de sueño de ella.
Todos los hemos visto: delante de nosotros en el semáforo -que se pone verde y ella no arranca, sólo atenta a sus arrumacos electrónicos-. O de repente se bandea al medio y aminora, aunque haya onda verde (¡vaya a saber qué le estará musitando él!). O en una reunión, sustrayendo a la oreja del amable departir. En una clase, ¡en un examen!, e incluso en otros ámbitos más privados.
La oreja y el celular tienen un idilio de urgencia e impostergabilidad, sólo interrumpido por el tercero en discordia: el pulgar, que ocupa el lugar de la oreja en algunas ocasiones. Parecen no saber que pierden la concentración necesaria para conducir. Que tras minuto y medio de conversar dejan de percibir el 40% de las señales; que la velocidad media baja un 12%; que el ritmo cardíaco se acelera bruscamente durante la llamada, y tardan más en reaccionar, aumentando nueve veces el riesgo de accidentes, mucho más de lo que produce un estado de ebriedad.
La inconsciente oreja desconoce que se ha comprobado que la atención que demanda su amado posesivo teléfono la distrae, y la tensión que puede provocar el contenido de la llamada perturba su tarea de conducir, con la consecuente producción de demoras o errores en las acciones.
El negligente celular prefiere ignorar que todas las investigaciones coinciden en que hablar por teléfono mientras se conduce reduce el tiempo de reacción en alrededor del 10% en términos de frenado y en un 20% en términos de acelerar después de frenar, lo que interfiere con la fluidez del tránsito.
Esta parejita de irresponsables -aún cuando disimulen con audífono o manos libres- viola las señales de tránsito tres veces más que los conductores sin distracción. Tampoco perciben el ambiente de conducción, ya que alrededor del 70% de la información visual no se procesa en absoluto.
Tal vez algún dueto susceptible pueda argumentar sobre su derecho a estar comunicados; pero en este punto no hay mucha discusión posible. El romance entre la oreja y el celular en cualquiera de sus formas, mientras se conduce un vehículo, puede provocar incluso un accidente fatal. La obligación de la oreja es darle siempre la prioridad al manejo antes que a su demandante novio celular.
En otras naciones como Japón estas uniones están prohibidas por completo mientras se conduce vehículos, de la misma manera que ocurre en 6 estados de Estados Unidos. En Israel es una práctica común ver a los enamorados orillarse para dar rienda suelta a su premura afectiva, mientras que las leyes de Croacia prohíben el amorío con el celular inclusive a la oreja caminante mientras cruza las calles.
Un estudio realizado por la Universidad de California del Sur explica por qué razón el uso del celular mientras se maneja parece volver al conductor más proclive a los accidentes. El informe, que aparece en el último número de "Experimental Psychology”, muestra que mantener una conversación con alguien que no está presente compite con las regiones del cerebro necesarias para ejecutar tareas visuales.
¿Qué pasa con el cerebro cuando se maneja y se habla por celular? El profesor adjunto de Psicología Amit Almor señala: "Cuando la gente habla con alguien que no está presente, las partes del cerebro encargadas de procesar lo visual crean una representación mental del lugar en donde puede encontrarse la otra persona, obliterando la atención visual del entorno”.
Otros estudios probaron las distracciones cognitivas que acarrea el uso de los celulares mientras se conduce. Una investigación publicada en el British Medical Journal indica que manejar y hablar por celular sube cuatro veces el riesgo de accidentes. Y este índice también incluye al sistema de "manos libres”. No es sólo marcar un número telefónico o responder mensajes: lo que más distrae es la conversación. Nuestro cerebro sólo puede hacer determinada cantidad de tareas al mismo tiempo.
De modo que, si usted no forma parte del privilegiado minúsculo 2,5% de la población mundial capaz de ejercitar multitareas sin distraerse, por favor, termine con esta relación enfermiza que nos destruye a todos.