Pocas mujeres han logrado trascender en la historia de la filosofía, como Hannah Arendt, Simone de Beauvoir, y particularmente Edith Stein. La filosofía de Edith Stein (1891-1942), es el resultado del encuentro entre fenomenología y tomismo, y su estudio tiene un interés especial, ya que permite confrontar ambas escuelas de pensamiento. Si bien Edith se sintió muy próxima a sus dos maestros, Edmund Husserl y Santo Tomás de Aquino, su filosofía lleva siempre el sello de lo personal, elaborando una síntesis de las diversas corrientes filosóficas en las que se inspira. Así como su primera formación (junto a Husserl) influye de modo decisivo en su concepción ontológica, su formación metafísica le ayudará a resolver problemas planteados en el ámbito fenomenológico.

La amplia producción filosófica de Edith Stein revela de modo coherente y profundo la mayor parte de los problemas de la filosofía de todos los tiempos, la que ella denomina filosofía perenne. Algunos de esos temas son la estructura de la persona, libertad, diversos modos de llegar a Dios, el problema de la verdad en el conocimiento, analítica existencial y demostrabilidad de la existencia de Dios, objetividad de los valores éticos, relación entre fe y razón, diversas cuestiones de índole metafísica (como los principios constitutivos y el origen último de los seres, las relaciones entre lo finito y lo eterno).

Entre 1928 y 1933, año en que cesó su actuación pública por la llegada de Hitler al poder, pronunció una serie de conferencias reunidas en la obra La mujer. Su tarea según la naturaleza y la gracia, en donde revela una reflexión profunda sobre la cuestión de la mujer y ciertamente en la amplitud real del problema: política, social, filosófico-antropológica, y también teológica.

La voz de Edith Stein ofrece una percepción de la mujer sistemáticamente ordenada. Es más, las palabras de Edith han adquirido un carácter testimonial a través de su vida y más aún por su muerte forzosa pero aceptada. Recordemos que junto a su hermana Rosa y cientos de miles de judíos murieron en Auschwitz. Y de este modo se espera con razón más de una verdad existencialmente testimoniada que de las verdades aprendidas y leídas. Como mujer Edith Stein ha podido desarrollarse humana e intelectualmente y también ha experimentado en su carne la discriminación, ya que no pudo acceder a una cátedra por ser mujer.

La reflexión teológico-antropológica que hace viene motivada en gran parte, por la urgencia que ella siente de recuperar la individualidad femenina por la que tanto se empeñó en su vida. Siente la necesidad y exigencia vital de establecer los principios característicos de la feminidad para que, a partir de los mismos, la mujer tome conciencia de su ser diverso y pueda desarrollar en sí esos valores que no sólo la distinguen, sino que, además, son el camino auténtico para una comprensión de sí y un desarrollo pleno de su vida en totalidad.

Para Edith, la vocación original de la mujer, la recibe junto con el hombre. Y se encuentra expresada en las palabras del libro sagrado del Génesis "’en el origen les fue encomendado a los dos la función de conservar la semejanza con Dios, de dominar sobre la tierra y de propagar el género humano”. Son tres los elementos vocacionales que se derivan inmediatamente: vitalizar la imagen de Dios, explotación racional de la naturaleza y la procreación. La vocación de ser imagen es la fundamental para la humanidad, si bien el modo de actuación va a ser diverso en virtud del género y de la individualidad personal. Pero dónde se descubre más concretamente el carácter específico de la mujer, será el modo en que debe llevar a cabo los otros dos aspectos de la vocación originaria. Su misión de dominar la tierra no será para ella la vocación primaria, sino como esposa que ayuda al hombre en esa tarea. El otro elemento característico de la vocación originaria femenina es el de la maternidad. Este modo de ser caracteriza, incluso, el modo de pensar de la mujer, más orientado a lo vivo, y su modo de conocer que es más contemplativo. En base a estos elementos edifica Edith una espiritualidad característica para la mujer.

Espero saldar una deuda personal de gratitud hacia Edith Stein, puesto que me cuento entre aquellos a quienes su vida y obra ha hecho entrever hasta qué punto la santidad de vida puede ser favorecida por una reflexión intelectual profunda y sincera en progresiva búsqueda de la Verdad.

(*) Estudiante de Filosofía en la UNSJ.