Ha tenido que morir el "Payo” Matesevach para que buscara mi vieja Olivetti, con la que pretendo decir ciertas cosas, que marquen el "desagradecimiento” social que hemos tenido con esta leyenda del ciclismo local.
Lo conocí mucho a la hora en que el hombre iba cuesta abajo en su vida. No fui de los "amigos del campeón”. Me apasionaba la magia de su conversación sencilla, y sobre todo, me conmovía la tristeza de su mirada.
En esta tierra, por lo general somos indolentes con los pocos ejemplos que aún caminan nuestras calles.
Matesevach murió olvidado. Murió pobre. Murió solo.
No lo dejaron ser presidente de la Federación Ciclista de San Juan, cargo que hoy ocupan los políticos que se apropian de todo, y que desconocen cuántos rayos tiene la rueda de una bicicleta. Pero los burócratas jamás podrán apropiarse de la gloria, de la honestidad y de la dignidad que era propia del "Payo”. Resulta que son los mismos que lo han llorado en su funeral, creyendo que con su presencia hipócrita, pagaban la deuda que se quedaron sin saldar.
Siento pena y rabia. Pena, porque el invierno sin el "Payo” se hace mas frío; y rabia, porque ahora cualquiera tiene una jubilación de privilegio, mientras que Matesevach vivió sus últimos años de vida esperando una retribución que nunca llegó.
Quiero decirle a este ídolo: "Payo” querido, cuando te encuentres con Jesús, decile que los perdone, y que aquí abajo seguimos siendo usureros, avaros, egoístas, y antisolidarios.
Querido amigo, cuando hables con Jesús, no te encargues de recomendar a nadie. Que cada uno aprenda a llegar a Él como corresponde.
Si te pido que te encargues de mantener siempre en condiciones la bicicleta de Cristo, como lo hiciste con la tuya. Èl, sí sabrá reconocerlo.
