La gran pregunta es si sus diatribas contra México son parte de una campaña populista bien calculada para apelar a los sentimientos xenófobos de muchos votantes, o si tiene un rencor personal debido a su fallido proyecto de apartamentos de lujo cerca de Tijuana en 2008. Es probable que sean ambas cosas, pero sin duda la segunda lo ha influenciado mucho. Tump ha colocado a México en el centro de su discurso de campaña desde el primer día. El 16 de junio de 2015, cuando lanzó su campaña, llamó la atención mundial por su afirmación de que la mayoría de los mexicanos son ‘violadores” y que ‘traen drogas y crimen”. Desde entonces, no ha dejado de culpar a México por casi todos los males de Estados Unidos. ‘Nuestros trabajos son succionados” hacia afuera, dijo en su discurso tras la primaria de Nueva York. Agregó que como presidente no dejará ‘que nuestras empresas vayan a otro países”, y va a imponer un impuesto aduanero del 35% a las importaciones de México, erigir un muro en la frontera, deportar a 11 millones de inmigrantes indocumentados, y tal vez cortar las remesas familiares de los mexicanos a su país. Gracias a Twitter, que Trump utiliza de manera compulsiva, podemos suponer que parte de la ira mexicana se debe al fiasco con el proyecto de hotel y apartamentos de lujo Trump Ocean Resort Baja México. Tres torres de la Organización Trump y la inmobiliaria Irongate se anunciaron en 2006; dos años después tuvo problemas financieros. Para 2009, el proyecto fue suspendido, y los compradores fueron a las cortes. En noviembre de 2013, después de más de cuatro años de litigio, Trump llegó a un acuerdo extrajudicial con unos 100 compradores de apartamentos. En Twitter, el 24 de febrero de 2015, Trump escribió: ‘Tengo una demanda en el corrupto sistema judicial de México que gané, pero que hasta el momento no pude cobrar. ¡No hagan negocios con México nunca!” ¿Puede un candidato que tuiteó esa frase antes de lanzar su candidatura presidencial, tener una mente abierta sobre las relaciones de EEUU con México?
Casi todos los argumentos de Trump se basan en medias verdades, o mentiras. Dice que Estados Unidos es invadido por una avalancha de mexicanos indocumentados. Sin embargo, el flujo ha disminuido sustancialmente desde 2008. También afirma que México está ‘robando” empleos estadounidenses, y que ‘estamos perdiendo u$s 58.000 millones al año” en el intercambio comercial. Pero oculta que un 40% del contenido de las importaciones desde México es de origen estadounidense. Mi opinión: Lo preocupante de los ataques de Trump a México y de su política exterior es que no están basados en un análisis desapasionado de lo que es bueno para EEUU, sino moldeados por sus experiencias comerciales y prejuicios. Trump no se rodea de expertos en política exterior, al contrario, los mira con desdén. Como dijo el 16 de marzo, cuando le preguntaron a quién consulta sobre política exterior: ‘Hablo conmigo mismo, en primer lugar, porque tengo una muy buena cabeza” y ‘mi principal asesor soy yo mismo”.
Si Trump fuera un hombre acostumbrado a escuchar, eso podría cambiar. Pero un billonario narcisista de 67 años, que llama públicamente a todos quienes no están de acuerdo con él ‘tontos” y ‘perdedores”, no va a escuchar a otros. Mucho menos si se envalentona con un triunfo electoral.
