La inseguridad sigue siendo uno de los problemas más graves del país; junto con la inflación y el desempleo constituyen una trilogía que debilitan el progreso y la vida social. Ha existido un aumento importante de la población, pero no ha crecido en igual medida la represión del delito.
Argentina es uno de los países que menos creció a nivel económico en los últimos cien años y presenta un atraso relativo muy importante. Esto habrá influido, pero no hay estudios concluyentes en este sentido. La pobreza, desde 1983 cuando se reinstala la democracia, en vez de disminuir ha aumentado, llegando a un 46% con la hiperinflación durante el gobierno de Raúl Alfonsín, o de 56% con la pesificación diferencial de Eduardo Duhalde. Debido a las dudas que surgen con el cálculo de la inflación que hace el INDEC, que se usa para saber cuánto cuesta vivir, actualmente se desconoce desde el ámbito oficial cuántos pobres hay. Lo más probable es que sea del 30% estable y estructural, contra un 8% en 1983.
Quizá este ambiente de pobreza, aún con un crecimiento económico entre el 8 y el 9% anual, haya influido en la inseguridad. Puede ser que una parte de la población, aunque sea pequeña, no acepte voluntariamente las normas de la sociedad, complicando su funcionamiento. Es en estos casos cuando el Gobierno debe actuar para restablecer el orden y el equilibrio pacífico para que la convivencia social sea armónica. El crecimiento económico y la educación más elevada para toda la población podrían reducir estos conflictos en el largo plazo, aunque no totalmente.
El Estado no tiene otra alternativa que aplicar sanciones de acuerdo a la ley para quienes transgreden las normas. Argentina tiene una población penitenciaria de 55.000 presos, sin considerar unos 5.500 detenidos en comisarías. Hoy los ciudadanos deben asumir altos costos por la falta progresiva de seguridad. Las empresas deben gastar en seguridad privada, con un mercado que ha crecido a más de un billón de dólares por año, por la falta de respuesta de la policía. Los barrios cerrados y los countries, se transformaron en un refugio como defensa contra los robos. Cámaras filmadoras, armas sofisticadas, autos y grupos especiales para casos extremos han crecido significativamente en los últimos años.
El problema de la inseguridad ya está afectando a los pobres que viven en zonas con menor control y de más fácil accionar para los delincuentes. Es un drama de todos y el Gobierno no puede permanecer más indiferente.
