La historia ofrece un viaje a través del tiempo. En la Roma de hace más de 2.000 años las estratagemas políticas eran calcadas a las actuales, y las promesas herramientas habituales. Hoy resulta interesante recordar cómo eran las elecciones en aquella ciudad de los 100 aC y descubrir que las actuales campañas con sus estrategias no son una innovación moderna sino que ya estaban desarrolladas en el pasado.

Las raíces de nuestra cultura, la lengua que hablamos y las leyes que nos regulan están en Roma. Por lo tanto no es de extrañar que nuestro sistema político también presenta numerosas coincidencias. Sin embargo, las bases de la política romana eran diferentes a las nuestras. Para todos los ciudadanos libres ("’Populus”) las elecciones en lugar de ser instrumento de participación democrática constituían un límite a esto. El derecho a ser elegido resultaba un privilegio reservado a un sector de la población denominado "’Nobilitas”.

Quinto Tulio Cicerón escribió un documento dirigido a su hermano mayor Marco Tulio, quien en el año 63 aC aspiraba al consulado de Roma: el "’Commentariolum petitionis”. Como no existían los partidos políticos, la competencia era entre individuos. Se trataba de consejos y tergiversaciones, es decir, el uso de todos los medios posibles para conseguir la victoria en las elecciones: 1¦) El candidato debía solicitar el voto con insistencia y personalmente, aparentando estar de acuerdo con los electores. 2¦) "’Cualquiera que te muestre simpatía has de tenerlo por tal”. 3¦) "’Deberá influir en los ánimos de las clases humildes y de los más jóvenes”. 4¦) "’Generosidad con los amigos celebrando juegos y banquetes gratuitos, reparto de comidas o dinero. Pero siempre entre amigos para evitar acusaciones de corrupción…”. 5¦) "’Una buena oratoria es capaz de persuadir y de prestigiar”. Quinto aconsejaba a su hermano Marco no implicarse en asuntos públicos, ni en el Senado ni en los Tribunales. Debía guardar la imagen de un hombre de paz. 6¦) "’Luchar contra la corrupción”. 7¦) En caso de no cumplir lo prometido, lo preferible era no rehuirlas del todo, pues la gente solía aceptar mejor una mentira que una negativa total. Si eran amigos íntimos de los rivales, demostrarles que la competencia no excluía el aprecio hacia ellos…”

Tras afrontar una dura campaña electoral, Marco A. Cicerón (106-46 aC) fue elegido Cónsul. Durante su mandato ocurrió la llamada "’Conjuración de Catilina”. Este romano, derrotado electoralmente por Cicerón, urdió una insurrección que le valió la pena máxima. Obviamente, los votos tenían y tienen la última palabra.

(*) Escritor.