Recientemente, en el aniversario de aquel terrible día, 23 de noviembre de 1977, que nos afectó a todos, material y anímicamente, DIARIO DE CUYO realizó una completa publicación sobre la trágica experiencia. Los sanjuaninos lo tenemos internalizado en nuestra vida y sabemos medir la fuerza del mismo, y los efectos de esa fuerza en la naturaleza y en la obra del hombre. Sabemos que vivimos en una falla geológica; por eso nuestra forma de edificar, controlar y estar preparados para saber qué haremos ante la presencia de un sismo, como las indicaciones en los edificios públicos y algunos ensayos de evacuación. Personalmente tengo memoria del terremoto de 1944, aunque era muy chica. Pero las consecuencias se vivieron muchos años en todas las familias. Y, como sanjuanina, tuve que crecer viendo una ciudad destruida y sostenida por palos por mucho tiempo y luego reconstruida muy lentamente. Después sufrimos el sismo fuerte de 1952, que nos afectó también anímicamente bastante. Sin tanta destrucción como el de 1944, ya que se habían construido algunos edificios y casas sismorresistentes. Y, luego, el de 1977.

En un libro del Instituto sismológico de Zonda, de la UNSJ, Facultad CFyN, publicado en 1984, habla del reconocimiento de las zonas afectadas en aquel último sismo destructivo como Caucete, Bermejo, Albardón, Angaco y San Martín y las rutas. Además de cómo en todos éstos fue resentida su estructura. En él se habla del epicentro y de sus réplicas y otros detalles del efecto físico en el momento y posterior, todo está documentado gráficamente. Siempre me refiero a aspectos de San Juan, que hacen a su naturaleza, identidad, de algunos de sitios bellos y otros como éstos con sus efectos posteriores a los actos de esa naturaleza del sitio. Pero para demostrar que, si como sanjuaninos vivimos acá, es porque estamos en una ciudad segura, bien planificada y el cariño no nos deja alejarnos, como lo explica en el libro "La Ciudad y el oasis”, Dora Roitman de Shabelman y un equipo de investigaciones de la Facultad de Arquitectura, año 1996 de UNSJ. Que comienza expresando: "La ciudad es una de las mayores creaciones del hombre, suma nunca concluida de esfuerzos y sueños, de angustias y alegrías, de existencia y tiempo…”. Quienes vivimos no podemos dejar de pensar en la tozudez y sacrificio de que es capaz el ser humano para doblegar la naturaleza fuerte y hostil”.

Es por todo ello que siempre desde el turismo debemos hablar de nosotros como personas que no se doblegan ante los fenómenos de la naturaleza y de su alto riesgo. Además, debemos dar gracias a Dios de que podemos manejarla para producir y vivir en esta bella tierra, con espacios abiertos, como plazas, avenidas, parques, fuente y la bella naturaleza que nos rodea con su paisaje. También poner siempre en valor el agua como recurso generador de vida y limitado. Lamentablemente, el sitio tan interesante como el dique nivelador está abandonado en su presentación para ser visitado por el turista y a nuestra ciudad le falta mantenimiento.