En cada cultura o grupo social determinado las dolencias de sus integrantes suelen ser curadas o aliviadas a través de procedimientos que muchas veces exceden lo eminentemente físico o biológico, y consecuentemente sus terapias también deben ser trascendentes.
Los "especialistas" en curar determinadas enfermedades son llamados "curanderos" "brujos" o "adivinos" entre otros apelativos. Las terapias son empleadas en relación a los marcos vivenciales o a la cultura en que está inmerso cada paciente, razón esta que suele hacer incomprensible para la gente de otra comunidad el acto curativo.
Hay una "enfermedad" no convencional llamada popularmente "susto" o "aicadura". El investigador Néstor Palma, quien publicó un interesante trabajo etnográfico sobre este tema, apunta ejemplos sobre cual es la índole de este mal psíquico y en que consiste su tratamiento. Cuenta que puede llegar a ser un integrante del grupo familiar el posible "curador" de este daño, el cual sobreviene como consecuencia del pánico que provoca en los individuos algunos incidentes repentinos de la vida cotidiana, como puede ser una brusca caída, un ruidoso trueno o una vivencia emocional fuerte. Los síntomas que caracterizan al "susto" son el insomnio, repentinos sobresaltos y continuas pesadillas.
Antes de acudir a estos métodos no convencionales, se prueba con los tradicionales, llamando al médico diplomado. Si no hay cura es entonces cuando entra en juego los atributos de los "curanderos". Un método para "curar el susto" consiste en tomar una prenda de vestir de la víctima y llevarla a "la oración" al sitio donde ocurrió el percance; allí se agita y se llama a su "espíritu" a través de un ritual y luego se regresa al aposento del enfermo expresándole "aquí te traigo tu espíritu que no estaba con vos…". También puede procederse "chupando" tres veces consecutivas la "coronita de la cabeza" del enfermo, pronunciando su nombre. Otra terapia es frotar sobre su cuerpo determinadas piedras que poseen atributos especiales.
