"A causa de su dignidad personal, el ser humano es siempre un valor en sí mismo y por sí mismo…"

El tema de la dignidad humana es un clásico infaltable en foros donde se discuten los derechos humanos. Lo mismo sucede en el ámbito de la Bioética, donde se plantean los dilemas morales que suscita el desarrollo de las ciencias biomédicas en los ámbitos de la vida y de la salud, ante problemas nuevos o antiguo modificados por las nuevas tecnologías (Nuevo Diccionario de Bioética 2¦ edición ed. Monte Carmelo, Burgos 2012). A la Bioética le interesa de manera especial, tener claro el tema de la dignidad humana. Esta preocupación requiere una serie de precisiones especialmente cuando se trata de justificar la razón de ser de dicha dignidad: – ¿Por qué es digno el ser humano?; – ¿dónde radica la raíz de tal dignidad?

Fundamento

El término dignidad indica un atributo universal común a todos los humanos, que lo colocan en un nivel superior de la existencia. Ontológicamente, la dignidad se refiere al ser y se fundamenta en el ser. Por el mero hecho de ser persona es digna y lo es intrínsecamente, porque radica en su ser y no en su obrar. Puede actuar de forma indigna, pero a pesar de ello, tiene una dignidad ontológica referida a su ser, que además de ser constitutiva, es irrenunciable. Pertenece a toda persona por el solo hecho de serlo y se halla incondicionalmente unida a su naturaleza racional y libre. Dignidad que tan poéticamente rescatara el Salmo 8: "¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder?" (Salmo 8,5). El interrogante plantea la paradoja que ha impresionado a los pensadores de todos los tiempos, cual es el tema de la grandeza humana en su misma fragilidad. El Concilio Vaticano II recuerda que todo hombre es una cuestión no resuelta, a la que nadie puede escapar, sobre todo en los momentos más importantes de la vida (Gaudium et Spes, 21). Y esta cuestión no es sólo un problema o un enigma, sino que constituye un verdadero misterio, reflejo del misterio de Dios (GS 22). Por esta especial dignidad, apenas comienza a existir un nuevo individuo de la especie humana, se le debe el reconocimiento jurídico en paridad ontológica con cualquier otra persona considerada en otros estadios de su ciclo vital. Juan Pablo II nos recuerda que: "A causa de su dignidad personal, el ser humano es siempre un valor en sí mismo y por sí mismo y como tal exige ser considerado y tratado. Por el contrario, jamás puede ser tratado o considerado como un objeto utilizable, un instrumento, una cosa" (Juan Pablo II, Christifideles Laici, Nº 37)

Dignidad y libertad

Santo Tomás, hace radicar la superioridad del hombre sobre el resto de la creación material en el hecho de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios; y ese mayor grado de similitud se debe a que el hombre posee una voluntad libre, por la que puede dirigirse a sí mismo hacia la propia perfección. Filosóficamente la libertad se caracteriza como dominio sobre los propios actos y más profundamente, como imperio sobre el mismo fin último. Efectivamente, entre todos los seres de la tierra el ser humano es el único que puede dirigirse por sí mimo hacia la meta. Asumir este desafío representa el acto primero y radical de libertad. En esa libertad, demostración del amor predilecto de Dios, encontramos el punto más alto de su dignidad. Libertad que encamina a la voluntad a buscar su bien que es su propia perfección. Dios espera al final del camino. Prescindir de esa relación es debilitar a la propia dignidad humana y abrir la puerta a abusos contra esa nobleza.

 

Por Miryan Andújar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo