En esta oportunidad el autor de la nota se refiere al texto de Lucas 7, versículos del 31 al 35, en relación a la pregunta: "¿Con quién puedo comparar a los hombres de esta generación" quienes no se dan cuenta de lo que es valioso e importante?
En la actualidad hay un sentido difuso de apatía, de indiferencia, de tristeza y de renuncia. Parece que no es más importante aquello que te hace feliz, de aquello que nos hace sufrir. Hay una tercera vía, un tercer camino que es el de la indiferencia. El gran mal hoy surge por varios motivos, la mayoría de las veces crece como una defensa, un modo empleado para tratar de no sufrir, pero otras veces es fruto amargo de la pereza, de no querer nunca involucrarse en la vida y esta suerte de pereza, de limbo, no es otra cosa que el territorio más peligroso por el que, quizás estemos atravesando. Se puede dejar espacio a la alegría, se puede afrontar un dolor, pero cómo se resuelve la indiferencia.
Se trata de un estado afectivo neutro. Solemos definir a una persona indiferente como alguien que ni siente ni padece, es un sentimiento que mantiene al margen a la persona que tiene esta condición, sin embargo cuando recibimos un zarpazo de indiferencia de alguien, con sus garras nos producen heridas dolorosas.
Indiferencia asociada a la insensibilidad
Pensar en alguien indiferente es atribuirle una serie de adjetivos que poco o nada tienen que ver con el ideal de una persona virtuosa. La indiferencia está asociada a la insensibilidad, el desapego y la frialdad. Son estas características que se presuponen contrarias a la condición social que tenemos los seres humanos y que provoca que nos relacionemos unos con otros. A veces la indiferencia y la frialdad hacen más daño que la aversión declarada. Ser indiferentes implica que nada nos importa, que no sentimos nada ante una situación o persona y que todo nos da igual.
La indiferencia duele. Dice la sabiduría popular que aparentar ser indiferente es la respuesta más dura, aún cuando esperas poco. Cuando hacemos gala de ella, esta actitud es la más agresiva y dolorosa que podemos proyectar.
Consecuencias de la indiferencia
En una relación de pareja, de amistad, familiar o laboral la indiferencia suele dañar la calidad del vínculo, es decir la cualidad y el bienestar de los involucrados. ¿Y que efecto produce? Podemos decir que hay como siete efectos:
1- Desconcierto e intranquilidad. Cuando somos víctimas de la indiferencia de otra persona lo más natural es que nos sintamos desconcertados e intranquilos. De inmediato comenzamos a cuestionarnos qué hemos hecho para merecer este tipo de trato, así como también comenzamos a dudar sobre la fidelidad, el amor, el apoyo, el cariño que ha estado presente en la relación. Incluso es común que estas dudas desemboquen en la justificación de esa indiferencia hacia nosotros mismos.
2- Baja autoestima e inseguridad. Esta forma de maltrato les hace creer que son demasiado poco para generar una respuesta en los demás. En otras palabras, el desinterés que muestra el otro hacia uno mismo puede sembrar dudas con respecto a lo que podemos ofrecer.
3- Malestar emocional. La víctima de indiferencia siente un profundo malestar en la medida que el otro la aísla, la desprestigia y la disminuye en su valor. De hecho la indiferencia es considerada como un tipo de maltrato psicológico cuyos daños afectan el plano emocional de forma significativa.
4- Estrategia de manipulación. Cuando las víctimas de indiferencia justifican este tipo de maltrato hacia sí mismas. Pues la culpa experimentada, las llevan a realizar cualquier cosa por reparar la situación y que el otro devuelva su interés. Los desacuerdos en una relación deben solventarse mediante el diálogo asertivo y la empatía, si no no hay solución.
5- Sentimiento de soledad. La víctima de indiferencia también puede sentir que está sola y que no le importa a nadie. Especialmente cuando esos malos tratos vienen de parte de una pareja, familiares o amigos.
6- Destruye la comunicación. Esta es fundamental para solventar los conflictos y entenderse mejor dentro de una relación. De hecho se ha comprobado que una comunicación sana es un indicador de satisfacción en las parejas, no obstante la indiferencia impide que los involucrados puedan sentarse a dialogar, pues crea una barrera que los separa cada vez más y aumenta la gravedad de los desacuerdos.
Por lo tanto debemos recuperar esa fuerza, esa energía de involucrarnos en la vida, no dejar pasar la vida como espectadores pasivos, sino meterte en la vida. Ya que meterte en la vida significa jugarse por los demás y también en la sociedad.
- Una actitud cruel
Mostrarse indiferente ante alguien implica que estás retirando todos tus sentimientos y que esa persona no existe para ti. ¿Hay algo más cruel? Decía ese gran escritor que escribió en francés, pero que su nacionalidad era estadounidense, vivió la experiencia dolorosa y triste, dramática del holocausto y luego se dedicó a escribir en contra de esta realidad de la Shoá, él decía: lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia. Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferencia. Lo contrario de la fe no energía es la indiferencia y lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia entre la vida y la muerte.
Por esto mismo, no hay nada peor que a una persona le dé exactamente igual verte feliz o triste. Esto duele muchísimo si es alguien cercano, una pareja, alguien de la familia. Esta indiferencia rompe nuestras expectativas sobre aquellas personas que pensábamos que estarían ahí, en lugar de encontrar apoyo no encontramos nada. De hecho, en ocasiones preferimos recibir algunas palabras desagradables, porque denota que le seguimos importando al otro, pero cuando no recibimos ni una señal sentimos que ya no importamos. ¿Y cuáles son las consecuencias de la indiferencia?: en primer caso las consecuencias afectarán el vínculo de los involucrados. Mientras que el segundo tendrá un efecto más a nivel social.
Por el Pbro Dr. José Manuel Fernández