En este mundo globalizado una medida económica dispuesta en las naciones desarrolladas, en particular si es de carácter monetario, repercute en todos los mercados y cunde el temor por las réplicas en el sector financiero y el reacomodo que luego debe darse para volver a la normalidad. Esta situación ocurrió el martes último, cuando imprevistamente el Banco Central de China devaluó casi un 2 por ciento el yuan, la moneda del coloso asiático, cuya fortaleza parece declinar no obstante las aclaraciones de Pekín de que la decisión adoptada está relacionada con un renovado impulso a la segunda economía del planeta.
El efecto cascada no se hizo esperar y el primer impacto lo acusaron las acciones en la bolsa de Nueva York, cerrando en baja tras la inesperada devaluación de la moneda china. La medida golpeó a diversos sectores, principalmente al de materias primas, y avivó temores sobre las perspectivas económicas internacionales. El sismo monetario se sintió en nuestro país, en particular en las reservas internacionales del Banco Central de la República Argentina, que cedieron 132 millones de dólares como consecuencia de tal devaluación. La caída fue de los 33.837 millones de dólares, el lunes último, a los 33.705 millones de dólares tras el retroceso del día siguiente.
También se resintieron los valores de los papeles líderes en la Bolsa de Comercio porteña con una caída de 1,95%, presionados a la baja por los mercados de referencia tras el retroceso del yuan. La decisión de China significó una revalorización del dólar a nivel mundial y una consecuente caída de las materias primas, por ejemplo del petróleo, que se hundió 4,20% con una cotización de 43 dólares por barril (WTI), mientras la soja bajó 2,90% a 372,59 dólares en el Mercado de Chicago.
Estas referencias van a repercutir sensiblemente en la Argentina, atada a los precios internacionales de la soja, uno de los principales ingresos de divisas y, por otro lado, las menores expectativas de inversión en Vaca Muerta, por el histórico derrumbe de la cotización del crudo.
A todo esto los analistas internacionales siguen buscando el origen político de la devaluación china. Todo parece apuntar a la producción industrial del gigante asiático, que creció un 6,0% en julio pasado con respecto al mismo mes del año anterior, incumpliendo las expectativas del mercado y reforzando la opinión de que esa economía necesita un nuevo impulso para evitar una desaceleración más profunda.
