Tras el triunfo de Sebastián Piñera en las elecciones presidenciales de Chile, se ha dicho insistentemente que la democratización y el desarrollo económico de ese país recibirán un fuerte impulso, consolidando el progreso integral de la sociedad chilena, uno de los más acentuados de toda América latina.

Se considera que las grandes reformas que el nuevo presidente ha prometido, a partir del próximo 11 de marzo, en que se concrete el recambio de gobierno, no van a trastornar los principios básicos de democracia política y económica de mercado sobre los que en ese país existe un firme consenso entre los sectores de pensamiento de izquierda y derecha. Lo que si se cree es que van a incorporar a ese modelo la renovación y modernización en temas como la educación, la protección del medio ambiente, la revolución tecnológica en los campos de la comunicación y la globalización. Todo esto posibilitará que el país esté mejor preparado para competir en los mercados internacionales.

Piñera ha llegado al poder, representando a la derecha, luego de varias décadas de gobierno de los partidos de izquierda y centro izquierda, gracias a un electorado que consideró que había llegado la hora de la alternancia, abriéndole a la oposición de derecha las puertas del poder.

Quienes conocen íntimamente a Piñera sostienen que además de ser un hombre de mucha energía, es un demócrata y un liberal convencido, enemigo de toda forma de autoritarismo y empeñado en profundizar la libertad en todos los dominios de la vida social. También lo califican como una persona tolerante y abierta, capaz de coexistir con ideas que discrepan de las suyas si ellas cuentan con el apoyo popular.

Hay que tener en cuenta que durante los últimos 20 años de la Concertación de partidos por la democracia al frente del gobierno de Chile, se ha combatido la represión, herencia del régimen impuesto por Pinochet, y se han trazado los lineamientos de una política económica que ha dado a este país un despegue notable. Para muchos Chile se puso, durante ese período, a la altura de las democracias occidentales de punta, lo que pone en evidencia que la elección de Piñera no ha sido una respuesta apresurada a una mala gestión de gobierno o por un descontento popular, sino una apuesta a continuar fortaleciendo el desarrollo alcanzado, optimizando los instrumentos que se han venido utilizando.

Para comprender el desarrollo democrático alcanzado por Chile hay que buscar en la Historia algunos hitos que se fueron conjugando y dejando una enseñanza. El abrazo fraterno entre San Martín y O’Higgings marcó uno de los primeros antecedente de la apertura chilena ante la necesidad de recibir apoyo en momentos cruciales. Hay otros antecedentes al momento de la reorganización del territorio nacional que da muestras de un predominio del sentido común antes de desmedidas apetencias.

El escritor Mario Vargas Llosa, señala que entre los hechos que sirvieron de enseñanza a Chile está la llegada al poder de la Izquierda, en la figura del presidente Salvador Allende. "Esa izquierda no es la misma que ha estado gobernando en los últimos 20 años, ya que la Unidad Popular como se denominaba al partido creía en la revolución y en el socialismo, no en la democracia liberal, y su modelo era la Cuba de Fidel Castro. Su política de nacionalizaciones y de desenfreno fiscal -agrega Vargas Llosa- provocó una gran inflación, caos y empobrecimiento generalizado, lo que derivó en el golpe militar y la dictadura de Pinochet".

La Concertación aprendió la lección y ha gobernado con espíritu democrático, resucitando la vieja tradición legalista chilena, reconstruyendo el Estado de Derecho y las libertades públicas, a la vez que manteniendo la economía de mercado y el aliento a las inversiones, así como la disciplina fiscal, afirma Ricardo Lagos, ex presidente de Chile.

Ahora con un representante de la Derecha en el poder, Chile debe iniciar un capítulo marcado por la continuidad, pero a la vez por el cambio.

El jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, quien se considera un gran amigo de Piñera sostiene que la continuidad está dada porque nadie puede desconocer los avances logrados por las sucesivas administraciones de Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y la actual presidenta Michelle Bachelet. Mientras que el cambio es porque toda gestión que se extiende en el tiempo, a lo largo de 20 años, empieza a mostrar señales de agotamiento, de estancamiento y de burocratización.

La mayoría de los analistas coinciden en señalar que el notable modelo de desarrollo en todas las áreas alcanzado por Chile es un ejemplo a tener en cuenta por otras democracias Latinoamericanas, como la de la Argentina, que está muy estrechamente vinculada a sus lazos históricos.

El juego que se establece entre el gobierno y la oposición es, tal vez, la clave del fenómeno chileno ya que después de 20 años en el poder no es común para algunos escuchar de la boca de un representante de ese sector, como es Ricardo Lagos decir que "la ciudadanía estimó que era la hora de un cambio y lo expresó como corresponde en una democracia moderna: con sus votos en la urna". Agregó que "nuestro deber es escuchar lo que el pueblo ha dicho, su rechazo a ciertas prácticas políticas erradas y su llamado a que seamos una oposición seria, responsable y consecuente".