Muchos fuimos felices el pasado viernes 1º de abril. La sala del ‘Juan Victoria” casi latía. A minutos del comienzo del recital, un levísimo murmullo recorría el magno Auditorio, orgullo de San Juan, como una corriente de buen aire que traía buenas nuevas. La música de Cuyo, desde nuestra versión sanjuanina, iba a desplegar banderas de luz esa noche, a partir de la creación de cuatro Cantautores, entre los cuales orgullosamente me cuento.
A instantes del comienzo, recordé cuando algún funcionario, hace muchos años, nos aseguró que no permitiría entrar al Auditorio a la música folklórica, porque ese lugar no le correspondía. La absurda marginación no duró nada. A los pocos meses, nosotros solitos, festejábamos con Hugo la emoción de cantar lo nuestro desde ese escenario donde se mira al público desde abajo. Nos apoyó fervorosamente con su difusión don Francisco Salvador Montes. Desde entonces, actuamos allí cientos de veces, lo mismo otros grandes intérpretes del arte musical provinciano.
La gente festejó, con un entusiasmo que pocas veces vi, este nuevo encuentro del arte de Cuyo en boca y pulso de intérpretes y compositores de esta tierra que saben bien por donde va el camino de la defensa de su música. Vimos gente que se adhería con estruendos, vimos gente llorar, vimos gente agradecida. ¿De qué, nos preguntábamos, si estábamos haciendo lo que entendemos corresponde?
Estamos agradecidos a las autoridades del Auditorio, a la presencia de muchos funcionarios que con perfil bajo acompañaron la apuesta artística con su presencia, a San Juan que, cuando se le reconoce con hechos como éste, responde con fervoroso cariño. Decimos desde nuestra posición que estamos en una senda que no abandonaremos y que es más fácil cuando se la transita acompañado por la gente. En épocas idas, Angaco realizada la Fiesta del Olivo exclusivamente con artistas sanjuaninos y tenía un éxito arrollador. Se ponía una firma noble en un espectáculo con el cual se respetaba y honraba su producción y sus exponentes. Bastante de eso se vio el sábado 1º de abril. Una buena senda, todo un gesto que merece ser repetido.
Nos avisan que ya la gente está expectante, que es momento de comenzar. Nervios y responsabilidad se abrazan dignamente. Se abre una de las puertas laterales. Por allí se filtra entre temblores la música de Cuyo. Se para excelsa en el centro de la escena. Un rasguido se trepa a una cueca, un vals o una tonada, y de allí escucha emocionado como el público expresa con aplausos su felicidad, que es las de todos nosotros, que es la de esta música por la cual nos hemos jugado casi la vida.
