Las personas con capacidades diferentes deben enfrentarse a innumerables barreras para conseguir insertarse en la sociedad. En Argentina existe abundante legislación, muy bien redactada, que abarca todos los aspectos importantes de la integración, pero no se cumple.
Que las personas puedan ejercer su derecho a la libertad, la salud, la educación y el trabajo, y tengan la posibilidad de decidir dónde estar y cómo desarrollar sus capacidades individuales, depende especialmente de una sociedad que quiera incluirlas con la misma generosidad que a cualquier otro de sus miembros, y de las políticas nacional, provinciales y municipales. Sin escuelas adaptadas y accesibles, sin maestros y profesores ampliamente capacitados para enseñarles, con ciudades con todo tipo de barreras arquitectónicas, parece ingenuo esperar que no tengan dificultades para estudiar en el mismo lapso que otros ciudadanos que pueden desplazarse sin inconvenientes y acceder a empleos donde la valiosa experiencia que aún así logran recoger pueda ser aportada no sólo para convalidarlos, como seres capaces de integrarse, sino para aportar también a ellos a la sociedad cierto tipo de conocimientos que están faltando.
Según la Encuesta Nacional de Personas con Discapacidad (ENDI), uno de cada 3 discapacitados no accede al umbral mínimo de educación, el 9% no sabe leer o escribir y sólo el 17,8% terminó sus estudios secundarios. No llama la atención, entonces, que las cifras oficiales indiquen que el 68,4% de esta población se encuentra inactiva mientras que el 4,7% está desocupada, sin posibilidad de conseguir un empleo. Los números son mucho más preocupantes, en las estimaciones de las ONG que trabajan por la integración laboral de personas con discapacidad. Estas sostienen que más del 70% está desempleada involuntariamente; es decir, sin oportunidades genuinas de integración laboral.
Se hace necesario un cambio cultural profundo que aprenda que la inclusión y el compromiso no pueden reducirse a palabras retóricas, sino que deben hacerse realidad. Sólo cuando la solidaridad se transforma en compromiso, se pueden concretar los cambios necesarios para la integración. Mientras este sector no esté integrado en todos los niveles, no podremos afirmar que nuestra sociedad argentina construye para el futuro y el bienestar común.
