La expansión y obligatoriedad de la escolarización ha permitido que aproximadamente el 90% de los niños en Argentina accedan a la escuela primaria. Sin embargo, tanto las normativas vigentes como las políticas institucionales adoptadas, no están logrando la continuidad y la calidad educativa deseada. El país, según estadísticas recientes, cuenta con 11,28 millones de estudiantes de un total de 43,13 millones de habitantes.
El 15,6% (1,76 millones) se encuentran en el nivel inicial; el 40,3% (4,55 millones) en la primaria; el 35,5% (4,01 millones) en la secundaria y un 8,5% (0,96 millones) en el nivel superior no universitario (Observatorio Argentinos por la educación, 2018).
De otros estudios se obtienen datos como que, la tasa de escolarización de niños entre 5 y 6 años que provienen de un nivel socioeconómico bajo, es de 95,8% y de un 99,1% para aquellos provenientes de un nivel socioeconómico alto. Y los porcentajes de formación en adolescentes entre 12 y 17 años, son del 53,1% para los pertenecientes a un nivel socioeconómico bajo y de un 86,9% para un nivel socioeconómico alto.
Para el caso de los adultos escolarizados, el porcentaje en edades entre 18 y 24 años es de un 38,2% para un nivel socioeconómico bajo y de un 60,4% para el nivel alto. Asimismo, el 12,6% de adultos que acceden al nivel superior entre los 30 y 32 años, son de nivel socioeconómico bajo y el 66,5% de nivel alto; finalizando este ciclo el 35,5% de los de nivel bajo, en relación con el 66,6% para los de nivel socioeconómico alto (SITEAL, 2018).
Otros datos obtenidos de IIPE-UNESCO (2018), tienen en cuenta que el índice de pobreza podría encontrarse en un 33,1% de la población total del país y de un 48,2% sólo dentro de la población de niños. De los que se puede inferir que la gran mayoría de estudiantes provendría de este último grupo poblacional. Sumado a esto, además, en algunas provincias, el nivel de abandono alcanza valores de casi el 50% para la primaria y del 60% para la secundaria. Y está comprobado que concluyen este último ciclo, el 92% de jóvenes de nivel socioeconómico alto en relación con el 15% de alumnos de nivel socioeconómico bajo. Por lo que una primera inferencia, podría ser que la precariedad en las condiciones de vida repercute en la escolarización de la población.
Como se estima que el 50% de la población en edad escolar permanece en situación de pobreza, estos alumnos se encuentran en un permanente clima educativo que siempre se verá desfavorecido en comparación con niños lejos de estas condiciones de vida. Factores como el frío, hambre, enfermedades, violencia familiar, trabajo infantil, discriminación, etc., influirán negativamente en el desempeño escolar. Por lo que las reformas en las políticas educativas,en la pedagogía, infraestructura y equipamiento, currícula o tecnología, no podrán por sí solas subsanar totalmente este flagelo (Cano, 2013).
Es necesario entonces y, en primer lugar, reconocer los números y datos estadísticos sobre pobreza y el impacto de este fenómeno social, para entonces enfocarse en un trabajo coordinado entre Estado, sociedad e instituciones. Con el objetivo final del desarrollo de políticas sociales en aspectos como son, la promoción de planes materno infantil y nutricional, la pronta inserción al sistema productivo y mercado laboral, la erradicación de villas de emergencias, redistribución del PBI, etc. Y con respecto al aspecto educativo, generar nuevas políticas con programas, currícula, metodologías, modelos de gestión, etc., para que finalmente esta franja poblacional logre incrementar sus tasas de matriculación, rendimiento y retención en la escuela.