Una reciente encuesta de Poliarquía sobre los 7 años de gestión kirchnerista indica que dos tercios de los argentinos rechazan la gestión del Gobierno en materia de seguridad. En el otro extremo, el 53% considera positiva la política jubilatoria. En la lista de materias aprobadas, la mayoría ubica, además, la política de derechos humanos, mientras que entre las reprobadas se subraya, junto con la inseguridad, la lucha contra la corrupción, que es insuficiente para el 55% de los entrevistados.
La Presidenta cosechó mejor imagen que su esposo. Ella obtuvo 38% de imagen negativa, 36% de imagen positiva y 26% de regular. La imagen negativa de Néstor Kirchner, en cambio, llega a 43%, la positiva es de 32 y regular 24%, aunque es prematuro especular con el comportamiento de los electores en 2011. Tanto Cristina Fernández como Néstor Kirchner ya hicieron lo suyo y deben reinventarse para seducir a una mayoría de sectores medios, rurales y urbanos, que manifiesta repetidamente la desaprobación.
Si bien la cultura política de los argentinos suele ignorar los esfuerzos de quienes se dedican a la cosa pública, hay una característica que marcó esta gestión: el enfrentamiento sistemático para conseguir algún rédito político y los personalismos exacerbados. Ser líder y llevar adelante un gobierno implica saber que el bien común, en muchos casos, no coincide con la preferencia personal. Del mismo modo, se debe aprender de los propios errores, asumiéndolos con humildad y autocrítica.
La exageración de liderazgos personales genera innumerables problemas a la democracia, ya que contribuye a bloquear el desarrollo de mecanismos esenciales para la administración del Estado, priorizando la lealtad a cualquier precio, y afectando la eficacia de la gestión admistrativa. Este personalismo y faccionalismo extremo no se limita a nuestra vida política, sino que se extiende incluso a la cultura y el deporte. Los argentinos preferimos organizar nuestra vida pública y nuestras mentalidades en forma binaria, confrontativa y superficial.
Dirigencia y ciudadanía deberán comprender que la vida política no avanza con obcecada oposición y personalismos que debilitan el bien común, sino con complementariedad generosa para corregir lo equivocado y acrecentar lo positivo.
