"Todo un pilar deportista, todo un gran jugador, todo un caballero, porque sabe estar en todas…”. Así se refería uno de sus tantos amigos, en una afectiva carta fechada en mayo de 1954, a don Ignacio Rodríguez Nieto. Este singular personaje constituyó toda una figura allá por la década del 60 y 70 en lo que al fútbol se refiere, junto a ese culto que hizo de la amistad, una cualidad que era inherente a su forma de ser.

Nació en Rosario casi con el siglo, el 20 de agosto de 1914, coincidentemente cuando la Unión Cívica Radical luchaba por llegar al poder en elecciones limpias, despojada del clásico fraude electoral que imperaba en aquella época. La vida del "mago”, el "maestro” o "el gallego” como lo solían llamar, fue un derrotero por el mundo, aprendiendo el auténtico arte de vivir, de cosechar amigos, de seducir mujeres y de instruirse mucho en esa gran pasión que fue el fútbol.

Anduvo por Europa, aprendiendo mundo, anduvo por Montevideo y Brasil, y por cuanta provincia argentina que hay. En todos los lugares se hizo de amigos imperecederos y de alguno que otro romance fugaz, mostrando su generosa idiosincrasia varonil y porteña. Se dio el gusto de conocer -cuando era niño y lustrabotas- al mismísimo presidente Hipólito Yrigoyen, a quien le lustró sus zapatos charolados, a Carlos Gardel y a don Irineo Leguizamo.

De estas dos últimas figuras hizo un culto de ellas, especialmente del "zorzal criollo”, poseyendo toda su discografía y cientos de fotos, algunas poco y nada conocidas. En su juventud fue jugador de Independiente de Avellaneda y del uruguayo Wanderers, dejando en ellos imborrables recuerdos de su profesionalismo. En la década del 50 llegó a nuestra provincia, cuando el club de fútbol San Martín contrató sus servicios como director técnico, destacándose como un excelente orientador, haciendo posible una de las mejores épocas en el historial "verdinegro”.

Vino y se radicó definitivamente, porque San Juan apresó su corazón de soñador. Contrajo matrimonio con una sanjuanina, con quien constituyó un hogar sencillo y honrado, típico de la clase media sanjuanina. Además de ser director técnico del verdinegro, fue también de otros clubes, que conforman una lista interminable. A todos los muchachos que guío, les inculcó un raudal de consejos, no sólo en lo que al arte futbolero se refiere, además les enseñó a través de su testimonio de vida, las virtudes cardinales que hacen que una persona sea un hombre de bien, en el sentido cabal de la frase.

(*) Magister en Historia.