El objetivo de una Argentina productiva y sustentable, con medidas concretas de apoyo a las pymes generadoras de riqueza, a la vista de los próximos anuncios económicos que intentarán apagar el incendio cambiario y económico por el que atravesamos, parece que será una efímera ilusión.
Los beneficios de la ley Pyme, el gradualismo de la reforma tributaria que pretendía disminuir la presión fiscal sobre los osados empresarios que se obstinaban en continuar produciendo, la quita de los derechos de exportación y la instrumentación efectiva de los reintegros a las exportaciones, entre otras, se intuyen formarán en breve parte del anecdotario de un conjunto de medidas bien intencionadas de un gobierno que en su debilidad política, recurrirá una vez más a la vieja receta de hacer el ajuste sobre el sector productivo, manteniendo el statu quo sobre el crónico déficit fiscal, mal de las últimas siete décadas económicas de nuestro país ha logrado como resultado posicionarnos hoy como el quinto país latinoamericano en términos de ingreso de dólares por habitante. Basta pensar que siete décadas atrás la comparación de nuestros ratios económicos-sociales, eran con países de Europa.
Una clase dirigencial de ineptos y corruptos gobernando una sociedad condescendiente, desinteresada y poco propensa al sacrificio, fueron suficientes para que con envidia hoy veamos en nuestros países vecinos como la seriedad institucional, el mantenimiento de políticas de estado y la cultura del trabajo, rinden sus frutos. En tal sentido los ejemplos de Uruguay y Chile hablan por sí mismos, los de Venezuela y Cuba, quizás sean testigos de lo que en un futuro de no mediar cambios, logremos en nuestra constante caída, ser.
Nuevamente el sector exportador, será el encargado de lograr ese equilibrio de balanza comercial que permita a los argentinos vivir su realidad de transformar en dólares todos sus ahorros, proyectos, sueños y miserias. Recomiendo releer la columna que escribiera en este diario sobre el dólar (https://www.diariodecuyo.com.ar/columnasdeopinion/Nuestra-dolarizacion-20170820-0043.html), y que pensemos seriamente como argentinos si la solución no pasa por la dolarización total de nuestra economía.
A riesgo de ser tildado de anti-patria e imperialista, y bajo el convencimiento que nadie podrá discutir que en más de 200 años de independencia, salvo contados casos de excepción, la irresponsabilidad de los gobiernos de turno en término de política monetaria y cambiaria, no han hecho más que devaluar nuestra moneda, propongo esta alternativa como viable, digna de ser estudiada y analizada.
Seguramente los principales detractores de una medida extrema de este tipo, sean aquellos irresponsables funcionarios que como solución mágica siempre tienen a mano la devaluación, mecanismo de licuación de deuda y financiación de la gran y eterna joda pública nacional, que con su impacto generador de pobreza permite la recurrente llegada de populismos salvadores.
Un país sin confianza en su moneda, en el que la principal noticia del día gira en torno a la cotización del dólar, en donde cada dólar comprado es guardado o como contrapartida es inmovilizado en pesos a tasas del 60% es inviable desde lo económico.
No me cabe duda que bajo el esquema de una economía dolarizada, Argentina, país que ostenta, (sin sumar los bolsos de la década ganada), el tercer lugar en el ranking de dólares por habitante después de USA y Rusia, el quitar la psicosis de la cotización diaria, permitirá su circulación y por ende su inversión en proyectos generadores de riquezas. Se acabarán los tiempos de capitalizarse tomando café y pensar en invertir y producir.
Por el momento seguramente un gobierno debilitado desde lo institucional no avanzará en tal sentido y continuará con la política de ajuste al sector productivo con sesgo exportador. En este sentido entiendo oportuno destacar que la óptica del campo como gran ganador en un proceso de devaluación, es una farsa desde la realidad de nuestras economías regionales. La producción de productos agroindustriales con marca en su valor agregado, requiere de políticas cambiarias estables en el largo plazo, las mega devaluaciones solo implican pérdidas de rentabilidad vía el incremento de costos dolarizados, los cuales no pueden ser trasladados a precio ante un mercado interno recesivo. El incremento del tipo de cambio, se ve reflejado en exportaciones a lo largo de varios años, en los que seguramente por irresponsabilidad fiscal el tipo de cambio nuevamente quedó retrasado, en un círculo vicioso sin fin. Espero que esta realidad productiva de las economías regionales sea comprendida y tenida en cuenta al momento de buscar los financiadores del ajuste. La visión sesgada y tendenciosa de una Argentina inexistente más allá de un complejo sojero-cerealero de alta rentabilidad y productividad, no es un buen antecedente en tal sentido.