Más que colega en el territorio del Derecho, fue un amigo. Lamento profundamente esta muerte. Mucho más allá de su estilo, que es algo propio, intransferible y respetable justamente por todo eso, el ‘Indio’ Alberto Marcelo Bustos fue un abogado de raza, un luchador por la causa de la Justicia; actuó con talento y, sobre todo, pasión. Me consideré orgullosamente su amigo, a pesar de no haber compartido nunca su casa ni él la mía. La amistad es mucho más que coincidencias en espacios, se siente en el alma, se respeta en silencio.

San Juan ha perdido un estandarte que flameó muchos años en inmediaciones de nuestros tribunales, una lanza que a algunos pudo herir, porque tuvo un modo de pelear con ardor las causas que consideraba éticamente defendibles. Varias veces charlamos de esas cosas y cada uno expuso su forma de actuar, su filo en esas ‘peleas’, con altura, respeto; pero él hacía la suya, porque fue fiel a sí mismo, nada menos.

Una vez, hablando de política, me confesó que se sentía un ‘liberal socialista’, concepto que cuando lo desplegó era una confesión de sus amores por la política que respetara la libertad como camino compartido hacia un objetivo claro de conquistas sociales, un social demócrata si debiéramos hacer una simplificación.

Casi siempre que tomamos un café, él se inclinaba a hablar de música. Me confesaba su admiración por nuestra obra. Yo lo seguía cordial en ese camino encantado de los sonidos con poesía, y le preguntaba por su hijo, eximio ejecutante de guitarra. El ‘Indio’ fue un bravío con ojos dulces. La moderación que reflejaba su mirada era inequívoca, no podía conducirnos a otra cosa que a un hombre en el fondo dulce. Este quijote se enfrentó a casi todos. No reparó en consecuencias ni en la oportunidad de ese modo de lucha. Se puso en el centro de una pradera donde seguramente se encontró en silencio con el personaje de Cervantes y desde ese sentimiento profundo que es al acicate que muchas veces nos impulsa sin miedos ni reproches, dio su versión de los hechos y la vida.

Cuando eso ocurre, uno puede tener triunfos o ser blanco de tiroteos, carne de cañón; pero el ‘Indio’ estaba para eso, para decirse sólo en la obstinación de sus verdades. Alguien podría haberle dicho que se excedía y que sufrió sus embates; pero nadie podrá decirle que obró con mala fe. Vaya mi eterno abrazo, luchador de aquellos.