En el último semestre del año pasado, en ocasión de realizarse la IV Fiesta Provincial de la Educación, la Municipalidad de la Capital editó un libro interesante para repensar qué es la docencia. El texto editado se titula: "Recuerdos, experiencias, estampas, reflexiones en una escuela rural" escrito por el docente y escribano Juan Vicente Alcota Escobar, cuyos originales los dejó listos en 1987. Se trata de una obra póstuma pero con una vigencia en el sentir docente para rendir homenaje a todos aquellos maestros que trabajaron en el área rural para enseñar a amar la tierra y hacer Patria.

La obra consta de 177 páginas divididas en veinte capítulos. El prólogo lo ha escrito su nieta Nydia María Valenzuela de Suárez quien expresa entre otros párrafos el valor del docente: "Maestro es poesía, Sol que borra todas las tormentas. Maestro es bohemia, inocencia que florece en una mano pequeña que nos aprieta con confianza. Maestro es paz, que se dibuja en los ojitos curiosos que nos descubren el alma. Maestro es ejemplo, fortaleza, lucha, esfuerzo recompensado por la sonrisa de un niño".

A manera de prólogo, el autor, maestro egresado de la Escuela Normal Mixta Sarmiento junto a su esposa María Celestina Aguiar en 1925, comenta que una vez casados marcharon hacia la provincia de Santa Fe para trabajar en una escuela de Acebal a 43 kilómetros de Rosario. Esa zona tenía una población inmigratoria importante, especialmente de italianos a quienes le tuvieron que enseñar el idioma y formarlos para que esta tierra que en su preámbulo constitucional expresa "que está abierta para todos los hombres del mundo que quieran habitar su suelo" fuera una realidad.

Cuando uno recorre las páginas, se va adentrando en el trabajo intenso que tuvieron que realizar bajo todas las privaciones económicas que ahora nos parece obra de titanes. Eran maestros con una vocación acendrada en el respeto a los seres que formaban y hasta se dieron el lujo de inventar metodologías nuevas que después conoceríamos como "el método global" en donde los alumnos, a mitad de año, en su primer grado, aprendían a leer y escribir.

Se refleja en sus páginas el respeto que el pueblo tenía por sus maestros, como si fueran autoridades morales para los hijos. Detalladamente el autor ha ido plasmando las experiencias, los logros que se hacían en esa escuela hasta dejarla como la habían soñado. Ellos habían cumplido con el mandato sarmientino de educar además de instruir.

El autor dice "que para eso existe la escuela, en todos lo niveles, pues no sólo se debe enseñar a leer y escribir, sino a vivir con dignidad bastándose a sí mismo".

El libro ha sido distribuido a las bibliotecas y pienso que no sólo lo deben leer los maestros, sino los padres y los niños.