La suma de acontecimientos diarios revela una sociedad que acusa necesidades colectivas en forma permanente.
La vida diaria se ha convertido en una caja de resonancia que despierta tanto esperanzas como frustraciones. El reclamo de una vida tranquila se va desvaneciendo en las grandes ciudades en las que lo altisonante es frecuente.
Ello sucede porque se ha impuesto desde hace rato la divulgación de múltiples hechos que caracterizan un día -ya no se habla de una semana- y que interesan a grandes grupos de personas.
Ello permite confrontar ideas sobre los móviles que transforman un tema en el motor de algo de interés general. Pasan muchas cosas y por ello a veces después de muchos comentarios durante días, cuesta recordar el inicio de la cuestión.
Hay noticias que conmueven y otras que alborotan y entre una y otra caracterización la personalidad humana juega su rol imponderable.
Hoy todo es materia opinable y con la facilidad que dan los medios -sobre todo las radios- todos opinan.
No está mal que así sea. Por el contrario ello provoca una movilidad de ideas que movilizan a una sociedad y de las que pueden surgir elementos de beneficio para alcanzar las soluciones buscadas.
Es decir el ciudadano capta con más nitidez los móviles y efectos reales de algunas propuestas sociales que, por lo general, surgen de los gobiernos. Y ello es el comienzo de un proceso colectivo.
Así se puede distinguir fácilmente el origen social de declaraciones de conjuntos, de propuestas o de quejas. El destinatario real es la sociedad y el destinatario operativo las autoridades.
De esta manera se van generando, además, compromisos entre los ciudadanos y los gobernantes y entre éstos y los ciudadanos lo cual es una hecho muy auspicioso por donde se lo mire.
"Al gobernar aprendí a pasar de la ética de los principios a la ética de las responsabilidades”, dijo el estadista español Felipe González y expuso así un cuadro valioso para la comprensión de la sociedad moderna.
Cuando un dirigente o gobernante habla y la ciudadanía puede creer es como si se hubiera abierto una puerta enorme para el desarrollo social y cultural de las poblaciones involucradas.
En los países latinos la gente piensa que los mandatarios hablan demasiado sin embargo aunque ésto no sea aceptable para muchos, esa actitud permite conocer la personalidad del gobernante y lo efectivo o no de su acción.
Es decir la ejecución de los hechos no queda en la penumbra y sus consecuencias podrán ser evaluadas en un tiempo prudente como para que todos sepan qué pasó, cómo pasó y cuál fue el saldo de las acciones.
Tal vez el ideal sería no sentir la separación entre quienes gobiernan y los ciudadanos de manera que el acercamiento permita percibir el conjunto de hechos y propósitos con toda nitidez.
