En la historia de los departamentos Jáchal y Valle Fértil se señala a la ganadería como motor de la economía durante los dos últimos siglos, hasta que la actividad fue decayendo por la competencia de la pampa húmeda y los modernos sistemas de crianza y comercialización. La recuperación de la actividad pecuaria, mediante la colonización de las 63.987 hectáreas de Caballo Anca, en el norte sanjuanino, puede generar un polo ganadero de extraordinarias proyecciones, aprovechando los nuevos recursos y la coyuntura del agro.

Si bien el Gobierno provincial debe resolver la forma en que colonizará esas tierras, tras la expropiación y disponer del estudio de factibilidad técnica encargado al INTA, los antecedentes del lugar señalan una zona apropiada para tal fin, como las experiencias anteriores de explotación ganadera en Punta del Agua, Tucunuco y La Ciénaga, localidades que conforman la fisonomía del valle del río Bermejo.

Lo trascendente será avanzar en un plan estratégico favorecido por la infraestructura que ahora se dispone allí y la ampliación del mapa agropecuario argentino. La gran rentabilidad de la soja viene desplazando a la ganadería hacia zonas marginales, que no son aptas para ese cultivo, pero si adaptables a la ganadería, y Caballo Anca puede ser una alternativa cierta. Además contará con la ruta 150 del Corredor Bioceánico y la línea de interconexión eléctrica 132kV, que posibilitará disponer de energía para extraer agua subterránea. Si a este contexto logístico se le sumara la recuperación del ramal ferroviario a Jáchal y un frigorífico regional, el proyecto tiene que ser exitoso.

El panorama que muestra este potencial es muy diferente al que llevó al ocaso a la ganadería sanjuanina en otros tiempos, hasta terminar en el desaliento total. No obstante, la presencia de unas 18.000 cabezas de ganado que existen en Valle Fértil como medio de vida de numerosos puesteros lugareños, es un número por demás significativo de la viabilidad del resurgimiento del sector.

Todo dependerá del estímulo estatal que se vuelque para asistir a la inversión privada, que debe ser a través del financiamiento y de medidas fiscales, como la atenuación impositiva, para incentivar una actividad que es riesgo y lleva tiempo obtener una rentabilidad que le permita crecer al emprendimiento. Existen políticas de fomento, nacionales y provinciales para el desarrollo de esta actividad rural y un claro concepto de abrir nuevas fronteras productivas en el país.