Las elecciones presidenciales de Chile, celebradas en segunda vuelta el domingo pasado, han sido un ejemplo cívico en el escenario político internacional y señala un ejemplo para las democracias envilecidas por apetencias de poder o crispadas por antagonismos desgastantes, que dan espalda a la ciudadanía.

Para los argentinos, acostumbrados a observar cómo los candidatos derrotados se resisten a admitir el colapso de las urnas, cuesta creer que Sebastián Piñera haya recibido el saludo personal de su contrincante, Eduardo Frei, apenas se conoció que el primero se consagró presidente con el 51,6% de los votos frente al 48,3% de su rival. Mucho menos se concebiría, en nuestro convulsionado esquema de poder, un gesto de grandeza republicana como el que dio ayer la presidenta Michelle Bachelet al visitar al mandatario electo, para desayunar y hablar del giro hacia la derecha dispuesto por el electorado, cuando se traspase de mando el 11 de marzo venidero.

La unidad de derecha, encabezada por el acaudalado empresario ha prometido hacer "un gobierno de unidad nacional que construirá puentes de encuentro y derribará los muros de división. Un gobierno con los mejores, los más preparados, los más honestos y los con mayor vocación de servicio público", según Piñera. No fueron palabras vacías, ya que a poco de ganar las elecciones solicitó consejos al experto Frei, artífice de una Concertación que se ha mantenido en el gobierno durante dos décadas, luego de la dictadura de Augusto Pinochet.

Piñera sabe que su gestión no será fácil, deberá gobernar con minoría en ambas cámaras del Congreso, dominado el Senado por el oficialismo y fragmentada la Cámara Baja entre la derecha, el oficialismo, comunistas y regionalistas. Y mas allá de los principios ideológicos, se debe afianzar el crecimiento que muestra exitosos avances económicos y sólidos acuerdos comerciales.

Piñera interrumpe tras cuatro mandatos consecutivos del socialismo que redujo en Chile a un 13% la pobreza, lo que deberá seguir disminuyendo y otros desafíos como un déficit de más de 600.000 viviendas, luchar contra la desocupación -300.000 chilenos no tienen trabajo- y problemas de salud que deberán solucionarse con estrategias de unidad nacional.

Pero Chile, es hoy, el espejo en el cual debemos reflejarnos.