Aunque sin sorpresa, la gambeta de Dilma -de cancelar su vista a la Casa Blanca en represalia por la falta de explicaciones sobre el espionaje de EEUU contra ciudadanos, empresas y contra ella misma- la muestra como una líder firme frente a su pueblo y ante la comunidad internacional.
El presidente estadounidense Barack Obama todavía no pudo dar explicaciones sobre el espionaje perpetrado por los servicios de inteligencia. Como anillo al dedo, mostrándose firme pero no enojada, Dilma sabe que está justificada moral y diplomáticamente para reclamar soberanía e incentivar el nacionalismo que le ayude en su carrera por aumentar una popularidad que ha perdido a raudales con las protestas sociales y a motivar el voto de cara a las nuevas elecciones.
La torpeza, pero sobre todo la ilegalidad, de Washington de enojar a países amigos no tiene muchos precedentes. Por ello, con el consenso nacional e internacional a cuestas, Dilma puede exigir explicaciones por "’everything” sin temblarle la voz y desafiar al mismo Obama para que él se encargue de darlas. No hay nada mejor para la popularidad de un líder, dentro y fuera del país, que desafiar a la máxima potencia. Y mucho mejor cuando se reclama por una causa de la que no hay dudas fue amoral e ilegal, y violatoria de toda norma internacional sobre soberanía y autodeterminación.
Las relaciones y la alianza entre los dos países a nivel comercial, educativo y migratorio persistirán sin mayores trances, pero Obama tendrá que hacer algunas concesiones especialmente para tratar de detener la ofensiva de Dilma, que va mucho más allá de la cancelación de esta visita, y que tiene que ver con el pedido de que EEUU deje de manejar hegemónicamente el tráfico de Internet a nivel mundial.
Hasta ahora, EEUU y muchos de sus países aliados, fueron ganando la batalla en las discusiones dentro de Naciones Unidas para seguir manejando Internet a través de la Corporación para la Asignación de Nombres y Números (ICANN) y que la web mundial sea administrada por un cuerpo colegiado de países, entre los que destacan -y son los que más quieren- los más opresores del planeta. Si EEUU no neutraliza a Dilma con buenas explicaciones, el problema podría ser que ella tuviera que seguir con su discurso desafiante. El riesgo es que se le plieguen otros países que, anteponiendo excusas sobre violación de sus soberanías, aprovechen a limitar y bloquear Internet a sus ciudadanos.
Por su parte el presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, a diferencia de la presidente de Brasil, Dilma Rousseff, no abordo personalmente con el vicepresidente estadounidense, Joe Biden, el tema del espionaje del que fue víctima.
Es que Peña Nieto, a diferencia de Dilma, tiene un plafond político y de popularidad que le permite concentrarse en los nuevos esquemas comerciales que Obama delineó en su visita a México en mayo pasado y en solicitar que se apure la reforma migratoria en Estados Unidos para que terminen las deportaciones de indocumentados mexicanos y no se coarte el flujo de dinero que los inmigrantes de ese país envían a sus familiares.
