La inmediata respuesta de la Casa Rosada al pedido de audiencia formulado a la Presidenta de la Nación por parte de las renovadas autoridades el Episcopado Argentino, señalan el comienzo de una nueva etapa en la conflictiva relación que ha mantenido la Iglesia argentina con el kirchnerismo, en momentos en que ambos sectores inician etapas similares con ajustes de criteriosas aperturas.

Cristina Fernández de Kirchner ha respondido con espíritu dialoguista al saludo protocolar solicitado en su primera actuación pública, por la cúpula episcopal encabezada por el arzobispo de Santa Fe, monseñor José María Arancedo, que llegó al despacho presidencial con la firme predisposición de romper con la tensa relación que mantenía con el oficializo su antecesor, el arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado, Jorge Bergoglio, desde las primeras fricciones con Néstor Kirchner y la sucesión de acontecimientos conflictivos que terminaron en un desgaste innecesario de la relación, manifestada en la ausencia de diálogo, los entredichos constantes, y la ausencia presidencial en los tedeums conmemorativos más trascendentes.

La audiencia, con una duración de 45 minutos celebrada el jueves último, en las que se intercambiaron obsequios, expresa ante todo un reencuentro positivo que debe valorarse por la sana convivencia institucional que reclama la ciudadanía, en base a un espíritu dialoguista de la clase dirigente y en acercar posiciones para resolver los temas polémicos. Una prueba de las actitudes que preceden a este relanzamiento de las relaciones Gobierno-Iglesia, lo indica la postura contraria de Cristina Fernández de Kirchner al proyecto de ley de despenalización del aborto, impulsado hace una semana en una comisión parlamentaria y cuyo debate -sin el apoyo oficialista-, finalmente ha fracasado.

Esta posición es un buen indicio, que lo valora el Episcopado, aunque este no fuera tema del encuentro, según trascendió, pero manifesta una clara predisposición política en defensa de la familia. Más todavía si se observa que la cuestión social son preocupaciones constantes tanto de Iglesia, por principios, como del Gobierno nacional con su política de Estado de inclusión social. Es de esperar que, como se acordó en la audiencia, este diálogo se mantenga en forma regular porque los propósitos comunitarios de uno y otro son similares aunque a veces los desvirtúan las desviaciones partidarias.