En un artículo anterior a las elecciones publicado en este mismo espacio de DIARIO DE CUYO, reflexionaba acerca de la necesidad de un cambio para volver a creer en la política y los políticos.
Ahora que el veredicto reveló que el rumbo impreso por el gobierno no es el correcto, me pregunto si el cambio que viene satisfará los reclamos de una ciudadanía harta de promesas que ansía el retorno de los valores republicanos perdidos. Luego de unos días de silencio, la Presidenta por fin inició el diálogo y ha incluido en su agenda la reforma política. ¿Será una promesa para calmar a quienes votaron en contra del modelo oficial o en realidad está dispuesta a rectificarlo en lo que resta de su mandato hasta el 2011?. Solo el tiempo dará la respuesta.
Recordemos la sabia reflexión de Benjamín Franklin cuando dijo "tan solo el hombre educado en integridad, es capaz de confesar sus fallas y reconocer sus errores".
Hasta ahora los signos de enmienda son escasos y los cambios de gabinete no revelan una vocación muy decidida que despierte credibilidad en el electorado.
Desgraciadamente los errores cometidos en ésta era kirchnerista, en la cual el gobierno se enfrentó con el campo y manipuló el Indec, frenaron el progreso logrado después del 2001.
Ahora nos carcome la duda respecto al accionar de los nuevos legisladores. ¿Cumplirán lo prometido en la campaña?. Por lo pronto tienen una tarea concreta antes de asumir en diciembre próximo. Todos los que pertenecen a partidos políticos o frentes, tendrían que autoconvocarse para ponerse de acuerdo en los temas más apremiantes, olvidarse de las mezquindades partidarias y de las elecciones presidenciales del 2011. A su vez, el gobierno debería convocar a los representantes expertos de los distintos sectores del quehacer nacional para consensuar las políticas públicas que viene reclamando la ciudadanía que servirían de base a los proyectos oficiales que debe debatir el congreso nacional.
En el marco de la agenda del diálogo que estudia el gobierno, la reforma política ocupa un lugar preponderante. Pienso que ha llegado el momento propicio para desterrar los hábitos perversos de la viveza criolla incorporada a la política que nos han sumido en la pobreza social e intelectual, la fragmentación social y el facilismo. No podemos persistir en el error durante tantos años, la necedad y la torpeza debe obligarnos a pensar en un país creíble, diferente, que nos de la esperanza de retornar a la senda del auténtico progreso y bienestar social.
