Son demasiados los hechos que se aparecen imprevistamente como para que la gente no se alarme en estos tiempos, en los que se necesita entender y definir las situaciones particulares más que nunca antes. Hay una especie de no poder ubicarse con celeridad en hechos muy recientes cuando éstos tocan a sectores y o grupos que hasta entonces se habían movido sólo en la cotidianidad.

Esta frecuencia insólita toca también a los chicos que ya están finalizando los estudios y que seguramente evalúan sus aciertos y sus desaciertos, para saber qué hacer después ya que pese a la preparación se sienten ante una situación nueva y a veces inentendible. Y que no decir de los docentes que cada año detectan una carga más grande que les demanda la enseñanza. Ellos cada año sienten que han bajado un escalón en ese precioso proceso de la enseñanza y del aprendizaje.

En cambio nadie percibe los cambios, cambios que no perdonan y que lejos de ello demanda una inmediata adaptación a lo nuevo, hecho que no a todos les resulta fácil.

Ello debe generar un sentimiento de frustración que muchos docentes ocultan por respeto a la escuela y a su vocación.

Cualquiera de quienes hayamos seguido una profesión voluntariamente hemos pasado por esas experiencias cuyo epicentro es el cambio casi constante. ¿Por qué? Porque siempre se quiere hacer lo que se debe lo mejor posible y ello por lo general no depende de una voluntad sino de varias. Ello es lo que hace, además, que el quehacer profesional se llene de anécdotas a veces muy ilustrativas y a veces muy risueñas.

Pero no hay una sólo forma de vivir aunque parezca que la vida se desarrolla sobre un camino sin ningún obstáculo. Por ello Benjamín Franklin dijo que "el hombre prudente no se vale jamás de la palabra para el sarcasmo ni para la difamación”. Ni lo uno ni lo otro pueden dignificar al hombre ni colocarlo en el justo lugar que él se merece. Y pese a que el lugar del hombre en el momento actual no es fácil por el juego inaudito de las competencias y de las críticas, se debe colocar al ser humano en su justo lugar.

Dijo Voltaire que "un excelente crítico sería un artista con mucha ciencia y gusto, sin prejuicios y sin envidias. Y esto es difícil de encontrar”. Y ésta es una verdad sin antinomias en una sociedad que se caracteriza por la crítica cuando no por la denostación.

Parece que estuviera de moda estar en contra de todo y de todos y ésto pasa porque no se evalúan las consecuencia y o resultados. Se desconocen los derechos del otro que por lo general son los mismos que uno demanda para sí.

Nos damos vuelta y algo ha cambiado. Algo ha dejado de ser lo importante que era y ello obliga a mirar hacia otro lado. Lo cual demuestra que el ser humano muchas veces se embarca no del todo en posiciones muy poco recomendables.

La participación social nunca fue fácil en la vida mucho menos ahora cuando todos quieren ser políticamente algo estén preparados para ello o no. La preparación en estos casos no cuenta. Cuentan las relaciones tal como se las entiende desde la instituciones políticas y que bien se conocen a lo largo y a lo ancho del país.

Se trata de un conteo cuantitativo y no cualitativo lo cual con el tiempo produce muchos desengaños, y lo que es peor una lamentable pérdida del tiempo, el factor número uno. Por ello lo insólito de las frecuencias -o de lo que nos ocurre a menudo a todos- es importante. Y es importante para saber qué es lo que sirve y qué es lo que hay que corregir.