La educación para cumplir con sus metas debe orientarse y dirigirse al desarrollo de todas las capacidades que permitan al niño, adolescente y joven aplicar su inteligencia para imaginar, concebir, crear, inventar e innovar, recreando y modificando el medio para valorar el trabajo y la libertad en el marco de la responsabilidad.
El proyecto educativo que no tenga como finalidad el compromiso del niño y del joven como así también el del maestro y el profesor para lograr resultados promoviendo el trabajo independiente y fomentar la participación y colaboración en equipo resta a la formación de un país y a la integración social.
Si la formación disciplinar debe estar supervisada por un educador ¿cuánto más la educación familiar requerirá del constante seguimiento del adulto sobre sus hijos? El principio dominante no es el de ayudar para salir del paso o para el estado de necesidad, sino el de crear condiciones para que el niño y el joven se ocupen de tareas que le signifiquen una grado de responsabilidad tal que pueda realizar sus actividades y por las que deba poner de sí toda la dedicación y empeño para luego valorar sus logros personales.
El enorme potencial que el niño trae consigo desde su infancia requiere ejercicios tales que desde lo concreto y hacia lo abstracto pueda transferir contenidos elaborando por sí mismo nuevas alternativas. Un ejemplo de ello es volver necesariamente a la redacción y composición pues fomentar el propio aprendizaje implicaría formas de ver y enfrentar situaciones que desarrollen aspectos sociales, emocionales e intelectuales propios.
Cuando un niño o joven debe redactar, necesita recordar experiencias del pasado para reconstruir el presente. Son las bases de un aprendizaje que a modo de arquetipos se encuentran en la cultura de un pueblo o comunidad. Imaginemos por un instante que esta aplicación la realiza un adulto: el sin número de posibilidades o situaciones que evocará puede despertar el interés trunco o abandonado de emprendimientos que hoy provocan en su presente una sensación de vacío difícil de cubrir.
Alentar en las escuelas el trabajo de redacción debe ser uno de los principales objetivos para el trabajo intelectual y no sólo despertar el interés por la imagen y la visión técnica de la computadora que simplemente es un instrumento pero que bajo ninguna circunstancia debe reemplazar la actividad imaginativa de asociación.
Por otra parte al igual que la redacción, la composición permite crear o combinar a gusto elementos de la misma realidad con entera libertad y con una medida importante de preciada originalidad. Así, se pueden componer, cuentos, relatos, ensayos, etcétera. Sin embargo, cuando un educador se limita a la forma escrita de un tema dado o a la imagen transferida por un medio de video, la capacidad inteligente del niño o joven disminuye o se restringe. Para evitar esta consecuencia, se debe volver a la redacción de hechos o sucesos de la vida diaria, cartas, notas, informes, o cualquier escrito que involucre el desarrollo psicomotriz o bien volcarse a la composición o escritos de cierta complejidad.
Investigaciones diversas han demostrado que escribir implica pensar y que en el proceso mismo de componer se van generando ideas nuevas. Por otra parte, en el proceso, se patentizan tres pasos fundamentales como el de planificar (generar ideas y ordenarlas en un esquema), redactar (poner las ideas en palabras) y revisar (volver al fragmento del texto ya escrito y corregirlo).
Desde la primera escolaridad y hasta la propia universidad fomentar el intelecto no sólo significará redactar y componer sino acrecentar la capacidad lectora para comprender textos -saber lo escrito- sino además interpretarlos descubriendo o revelando su significado.
