A cuatro meses de haber sido elegido Papa, Francisco ha publicado su primera encíclica titulada "’Lumen Fidei” (La luz de la fe). Según señala la Santa Sede, la comenzó Benedicto XVI y la continuó Francisco. En el capítulo cuarto, el Santo Padre trata sobre la fe en la familia. Comienza el Papa señalando que los padres son los primeros educadores de la fe y están llamados a ser padre y madre de la fe de sus hijos: "’El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo en el matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer: nace de su amor, signo y presencia del amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual, que permite a los cónyuges unirse en una sola carne (cf. Gn 2,24) y ser capaces de engendrar una vida nueva, manifestación de la bondad del Creador, de su sabiduría y de su designio de amor. Fundados en este amor, hombre y mujer pueden prometerse amor mutuo con un gesto que compromete toda la vida y que recuerda tantos rasgos de la fe. Prometer un amor para siempre es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada. La fe, además, ayuda a captar en toda su profundidad y riqueza la generación de los hijos, porque hace reconocer en ella el amor creador que nos da y nos confía el misterio de una nueva persona”.

"’En la familia, la fe está presente en todas las etapas de la vida, comenzando por la infancia: los niños aprenden a fiarse del amor de sus padres. Por eso, es importante que los padres cultiven prácticas comunes de fe en la familia, que acompañen el crecimiento en la fe de los hijos. Sobre todo los jóvenes, que atraviesan una edad tan compleja, rica e importante para la fe, deben sentir la cercanía y la atención de la familia y de la comunidad eclesial en su camino de crecimiento en la fe […] Los jóvenes aspiran a una vida grande. El encuentro con Cristo, el dejarse aferrar y guiar por su amor, amplía el horizonte de la existencia, le da una esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades”.

Así el papa Francisco nos recuerda que la educación en la fe forma parte fundamental de la educación de los hijos. Si bien es importante asegurarles su porvenir temporal, no debemos olvidar que es primordial lograr su porvenir y bienestar eternos.

Si la luz de la fe está débil o no ilumina nuestro hogar, en el año de la fe, recemos mucho pidiendo a Jesús que aumente nuestra fe.

(*) Profesor. Bioquímico, escritor, instructor de métodos naturales de planificación de la familia.