Hace décadas que se habla del agotamiento docente, con distintos nombres se expresa la sensación de haber llegado a una situación límite por la pérdida gradual de la energía, incluso del interés por resolver las situaciones que se presentan en el aula, en circunstancias que incluyen cambios frecuentes en el sistema, contenidos y referencias a la metodología. El agotamiento emocional puede llevar a la disminución de la sensibilidad del docente, que no se limita a los problemas de aprendizaje, aunque eso está en su responsabilidad, sino que se interesa por la situación existencial del alumno.
El ejercicio de la docencia crea la situación favorable para que eso ocurra, el adolescente mira al educador como a quien sabe cómo enfrentar problemas, que puede evaluar una situación en su verdadero significado, por lo que puede ser guía con su consejo. Pero el tema del estrés docente plantea una inquietud y algunas dudas; tal vez hay que ver la época en que nos toca actuar y la necesidad de buscar conductas adaptativas a problemas nuevos, y si eso no altera el ideal de hombre por el que se guía la tarea de educar. Hay algo que ha cambiado en la realidad educativa, se puede creer que es reflejo de lo que ocurre en la sociedad; pero ante eso una actitud conformista no sería la solución, se supone que la escuela es un lugar donde se piensa la realidad, un escenario donde se gestan cambios favorables, que responde a un ideal que trasmite aun en circunstancias adversas, como pueden ser hoy los mensajes que llegan a la juventud desde un aparato económico que explota la inexperiencia juvenil.
Cuando el docente se enfrenta al alumno, que además de tener que aprender, expresa necesidades existenciales no satisfechas, invierte energía emocional, lo que favorece el aumento de la situación de estrés, que ya se asocia a la labor docente. Eso influye negativamente en el alumno, por lo cual el maestro puede aumentar su sensación de frustración ante el fracaso en su tarea de instruir y formar, y con eso aumenta la situación estresante, con lo que se forma un círculo vicioso; aumenta la carga emocional asociada a las circunstancias que dificultan el aprendizaje, eso influye negativamente en el alumno, esa negatividad aumenta la carga emocional del maestro. Aparece la sensación de agotamiento (burnout, estar quemado), se llega al alejamiento, a veces temporario, de la labor áulica. Se pierde efectividad, lo que significa un deterioro en la docencia, pero, aunque el rol docente haya visto disminuida su valoración, sigue siendo una referencia importante para el alumno.
Se asocia ese estado de agotamiento a profesiones en las que se tiene contacto constante con personas, la salud y la docencia. En la docencia hay que enfrentar una disminución en el respeto a la autoridad del maestro, la indisciplina, la hiperactividad del alumno sometido a sobre estimulación audiovisual, el poco interés en aprender que puede aparecer como bajo nivel intelectual.
El tema se ha instalado en los medios de comunicación, se ha pensado cómo ayudar al maestro a controlar la situación estresante para evitar desgaste emocional. Un análisis de esa situación puede llevar a considerar qué características especiales hay en la labor docente, que puedan favorecer la aparición de la situación estresante; eso si no se reduce la explicación a identificar lo que pasa en la escuela con lo que pasa en la sociedad en esta época, haciendo de la condición actual docente solo un caso de lo que pasa en la sociedad. Pero la docencia tiene características propias, el maestro no se limita a trasmitir conocimientos usando recursos técnicos adquiridos en su formación; su interés no termina en una técnica para enseñar, la percepción de la realidad escolar incluye la necesidad de ocuparse del alumno como persona, entonces le importa que aprenda conocimientos y que crezca como persona.
(*) Doctor en Filosofía. Profesor de la UNSJ.
