"En la película La Misión, el personaje encarnado por Robert De Niro carga con una red que contiene su antigua armadura y sus armas, después de haber sido cazador de guaraníes y haber matado a su propio hermano en un duelo. Cuando guiado por los jesuitas llega penosa y finalmente a la aldea aborigen, se le acerca un cacique que lo toma del cuello luego de haber empuñado su cuchillo. Y se detiene. Y en vez de degollarlo, corta la gruesa soga que arrastraba el símbolo de su antigua vida, sus crímenes y su pasado. Todo eso cae ladera abajo, desapareciendo y dejándolo libre para mirar el futuro y empezar una nueva vida". 

Este párrafo que acabo de escribir me lo envió Georgie (un lector), luego de ver el artículo que se publicó hace poco en este diario donde decía que todo lo que nos "ata" al pasado nos quita capacidad para anticiparnos al futuro.

En comunicación social, según la Teoría de la Información (desde el modelo de Shanon hasta la actualidad), es tan importante definir claramente qué quiere transmitir el emisor (mensaje) como identificar cuál es el público (receptor o target) al cual se pretende llegar cuando alguien quiere comunicar algo. Este es un gran desafío para quienes escribimos en medios masivos porque el público es muy diverso y heterogéneo y las reacciones suelen ser variadas y a veces contrarias a lo que buscamos compartir y comunicar.

Gilbert Keith Chesterton decía irónicamente que "el periodismo consiste esencialmente en decir ‘lord Jones ha muerto’ a la gente que no sabía que lord Jones estaba vivo", por la falta de conexión que existe muchas veces entre el periodista y sus lectores. ¿Cómo saber si lo que uno escribe le importa a alguien?

Por eso, la misma teoría de la información, le da también gran importancia a la "retroalimentación" que permite validar si el mensaje fue bien recibido. Actualmente las redes sociales han facilitado significativamente este "feedback" que expresa la opinión de seguidores y/o lectores, aunque desafortunadamente se filtra muchas veces una cobarde crítica anónima mal intencionada.

Por suerte en este caso, es notable reconocer en la "devolución" que recibo de Georgie, no sólo la correcta "decodificación" del mensaje que intentaba compartirles en la referida columna, sino también el poder creativo de la imaginación que se traduce en una imagen concreta que ayuda a interpretar lo leído. Podríamos afirmar que, felizmente, el modelo matemático de Shanon sobre los procesos de comunicación funcionó correctamente esta vez.

En esta "sociedad de la megainformación", donde sobreabundan las noticias, opiniones y relatos, es bueno que nos preguntemos: ¿Cuáles son las fuentes de información a las que acudo para estar informado y por qué? ¿Son objetivos y responsables sus comentarios? ¿Puedo tener una actitud más interactiva de lo que veo y leo?

 

Por Gustavo Carlos Mangisch
Director de Innovación y Calidad en Educación del Espacio Excelencia y de la Maestría en Nuevas Tecnologías (UCCuyo)