Cuando hablamos de "maestro”, lo identificamos con el concepto de deber y un impulso a obrar de acuerdo con la recta conciencia. Su tarea es como un sacerdocio y realiza la función educativa con una unción profunda y una plenitud como la del sacerdote llenando su divina misión.

La voz "maestro”, da la idea de algo grande, magno; "magis”, "magister”. Maestro es un gran hombre, que sale de lo vulgar. Maestro fue Aristóteles, y así se lo llamaba: el Maestro, por antonomasia. Maestro fue Sócrates; también lo fueron, ¿por qué no?, Alejandro; Santo Tomás de Aquino; y también Alighieri, el altísimo poeta. Quién más Maestro que el pobrecillo de Asís? Y …, ¿podría negársele virtud de magisterio a nuestro Libertador, José de San Martín? ¿al "luchador infatigable”, Domingo Faustino Sarmiento? Todo aquel que su vida tenga multiplicidad de altos ejemplos, es "maestro”, se proponga o no enseñar. Haya o no enseñado desde la cátedra.

El "maestro” educa y educan los que dan su vida en el ansia de pronunciar una palabra nueva. Los que se entregan generosos a la verdad, en cualquiera de sus múltiples formas. Aquellos que en el trance supremo de decidirse están dispuestos a hacerlo aún a riesgo de sus bienes, de su vida y hasta de su fama, con otra palabra "el honor”. El honor vale mil veces más que la propia vida, según lo afirma con razón las tantas veces mentada palabra de Pedro Crespo en el drama calderoniano:

"Al Rey la hacienda y la vida/ se ha de dar; pero el honor/ es patrimonio del alma,/ y el alma sólo es de/ Dios”

El "maestro” tiene vocación y arte, más la abnegación humilde y cotidiana que logra dar su lección con aire sereno.

José Manuel Estrada decía: "en el educador vale más la virtud que el talento”; "El éxito no depende tanto de la suma de pensamientos que se esparce cuanto de la suma de pensamientos se suscita”. Así es como le preocupó más influir en la "conducta” que en la "sabiduría” de sus discípulos.

No se puede dejar de lado la función de "maestro” que cumplen los medios de comunicación, quienes tratan de lograr en los jóvenes, emisores de relatos y significados. En este ámbito, los lenguajes, géneros y tecnologías de los medios de comunicación tienen asignado un papel preponderante.

Los educadores, los docentes, los comunicadores, los políticos, los gobernantes, todos, deben unir sus esfuerzos por ejercer su magisterio tratando de imponer una justa escala de valores donde prime el ser sobre el tener; la persona sobre las cosas. Que se convierta en deber el tomar decisiones valientes. Entonces se podrá decir: "He aquí el maestro, el que enseña con su ejemplo para lograr un pueblo y por sobre todo, una juventud preparada y dispuesta a un auténtico sacrificio para servir al hombre”.