La crisis de insolvencia fiscal que afronta Grecia, con repercusión en casi todo el mundo, responde al conocido problema de aquellos gobiernos que gastan más de lo que pueden, ya sea por razones ideológicas, porque quieren ser populares o por carecer de fortaleza política para resistir presiones sectoriales. El excesivo gasto público del país europeo y sus consecuencias ya había sido vaticinado oportunamente por numerosos analistas económicos que veían la dificultades que tendría al momento de afrontar el endeudamiento.

Haciendo un parangón con nuestro país, Grecia tiene una estructura de ingresos similar al de Argentina, con un valor agregado de la producción total (PBI) de 338 mil millones de dólares; aunque el nivel de gasto público es considerablemente superior, por encima del 52% de ese Producto Interior Bruto, mas otros gastos que lo llevan a un déficit fiscal que se ha estado financiando con endeudamiento.

Son varias las recetas propuestas en busca de encontrar una solución a tan difícil situación. Entre ellas está la de abandonar el euro y devaluar; dejar de pagar la deuda y renegociar con los acreedores, o ajustar "en serio" y recurrir a la ayuda temporal de la Comunidad Europea.

El efecto que puede llegar a tener cualquiera de estas medidas en la economía son bien conocidas en la Argentina, donde ya se ha pasado por situaciones similares, con un costo muy elevado para el pueblo en distintas épocas. Grecia corre con la desventaja de que, según la acción que siga, puede llegar a perder todos los beneficios y subsidios recibidos al incorporarse a la Comunidad Europea, provocando significativos efectos patrimoniales a gran parte del sector privado.

Las autoridades griegas parecen haberse inclinado por la última receta, la del ajuste drástico, por considerarla más conveniente, aunque ya han habido alguna reacciones de la central de trabajadores.

Todo esto debe servir de advertencia para un país como el nuestro donde el gasto al público no está siendo controlado como corresponde. Si bien la situación de Argentina no es de extrema gravedad, para evitar inconvenientes habría que efectivizar un mayor control del gasto del Estado, junto a una mayor eficiencia en la producción y de la competitividad y un ordenamiento general que comprenda a los salarios. Todo esto, además de equilibrar las cuentas del Estado evitaría poner en riesgo el necesario equilibrio económico y alejaría definitivamente el fenómeno de la inflación, que tanto mal le hace a todos los sectores de la economía y, en forma particular, a la gente más necesitada.