Escribo esta reflexión en mérito a las voces que se alzan para que se logre la despenalización del aborto en Argentina, en función del número de mujeres que mueren por año, por realizarse esas prácticas en lugares faltos de asepsia. Así algunos proyectos permitirían realizar un aborto entre las 12 y 14 semanas de gestación, bajo el pretexto de que "es una práctica que se hace”: entonces, con la misma lógica, legalicemos el robo, las violaciones, las salideras bancadas, la pornografía infantil, la trata de blancas, el abuso de menores, el consumo de alcohol por menores, etc., porque total, "son prácticas que se hacen”.
Los que apoyan esta iniciativa dicen que, realizar un aborto entre las 12 y 14 semanas de gestación, es un tema que debe ser resuelto a la luz de una norma jurídica, y ¿acaso otras normas jurídicas de carácter superior a una simple ley como lo son la Constitución Nacional, la Declaración de los Derechos Humanos, la Declaración de los Derechos del Niño, Pacto de San José de Costa Rica, no han manifestado ya la irrestricta defensa del ser humano desde la concepción?, y ellos mismo pretenden separar las cuestiones morales y éticas de las jurídicas, como si fuesen puntos distantes en la consideración humana, cuando en realidad estas encuentran fundamento, en lo primero, de lo contrario, las leyes serían solo instrumentos legales, pero jamás alcanzarían el valor de lo justo.
Sería bueno que se hablara con la verdad, y no con estadísticas, que muchas veces no son tan reales ni tan objetivas. Después de todo, seguimos siendo personas no simples números. Se dice que el nasciturus o feto no tiene debida identidad todavía, es decir no es persona; sin embargo y a la luz de la ciencia genética, la persona nueva existe desde el instante mismo, en que el espermatozoide fecunda al óvulo, quedando formado un nuevo mapa genético, distinto del de su padre y su madre, y es el mismo, desde ese instante y hasta la muerte.
Y ni que comentar sobre el avasallamiento de la patria potestad, cuesta imaginar a niñas desde los catorce años firmando un simple formulario que autorice un aborto. Suena raro hablar de este tema en estos tiempos, cuando tanto se habla de la defensa de los Derechos Humanos, entre ellos el Derecho a la dignidad, a la identidad…y ¿el Derecho a la Vida quién lo defiende?, ¿De quién es la voz de los que no tienen voz?, porque muchos critican y juzgan, con acertada razón, a los que hicieron desaparecer, torturar, privar injustamente de la libertad a tantos argentinos y luego con las mismas fuerzas defienden el derecho de la mujer a disponer de su cuerpo, y levantan banderas del feminismo, y castigan con la pena de muerte a un inocente, cuando los culpables andan sueltos… ¡que contradicción!, para esto también es útil tener memoria.
Desde hace un tiempo, con mis alumnos adolescentes, casi egresados de su secundaria, vemos y comentamos documentales sobre el aborto; todavía me conmuevo al ver sus rostros cuando miran la práctica abortiva; siento sus voces, sus muestras de asco, su repulsión ante la muerte injusta de un ser tan pequeño, en ese momento se que he sembrado una semilla, que ha de ser fruto, cuando estos jóvenes sean más grandes, y tengan que enfrentarse ante una situación similar, y recuerden lo que han visto y sepan que hacer. Ya están preparados. Saben de qué se trata y esperan una respuesta digna, a la altura de lo que esta sociedad argentina se merece.
No quiero una ley que autorice el aborto, ni legisladores que interpreten a su antojo el Código Penal, quiero funcionarios comprometidos con los principios de esta Nación. Tal vez, ellos deberían ver, también, como se practica un aborto, y luego opinar. He escrito esto como mujer comprometida, como abogada, como docente, como una amante profunda de la ética de la vida, pero sobre todo lo he hecho como mamá de una hermosa niña de trece años, quien es mi razón de vivir, y como mamá de dos ángeles que naturalmente decidieron abandonar el vientre que los acunaba, y a quienes en ciertos momentos, añoro abrazar.
Porque sentí la vida, y di vida… porque sentí el dolor de la pérdida de dos hijos, de doce semanas de gestación, tengo el derecho de opinar y defender la vida, y exigir que mis representantes lo hagan como yo lo haría. Y por eso lo hago. Y por eso lo exijo.
