El gobierno Talibán en Afganistán puso en la agenda mundial el temor a qué algunos fundamentalistas terminen por avasallar varios de los derechos que la humanidad consideraba como avances inclaudicables.
En occidente, la cultura se ha fundamentado en la "aceptación" de normas éticas sobre las que se construyeron nuestras sociedades. Una cosmovisión judeocristiana dónde el respeto por la persona humana, el bien común, junto con la igualdad, la libertad y la justicia, son algunos de los valores sobre los que se fundamenta nuestra convivencia.
Felizmente se ha evolucionado en muchas áreas en los últimos años y se han generado políticas a favor de la integración en diferentes actividades laborales a personas con distinto tipo de discapacidades físicas o intelectuales, para que puedan desarrollar tareas que, hasta ahora, los mantenían fuera del sistema. No sólo el creciente avance de la mujer en actividades que hasta ahora eran reservadas para varones, sino también, la inclusión de muchos sectores históricamente postergados. Hasta estamos dispuestos a cambiar el sentido o crear nuevas palabras para ser más inclusivos con la diversidad desde el lenguaje que usamos para comunicarnos y se establecen normas para integrar cupos laborales particulares en varias estructuras públicas y privadas. Se creó un ministerio y varias otras estructuras que se ocupan de promover y garantizar el cumplimiento de estos temas. Desde hace unos meses hasta podemos decidir elegir un género no binario en nuestro documento para respetar algunos grupos minoritarios que no se sienten identificados con ninguno de los dos sexos.
"Es verdad que la colaboración es la base de nuestra supervivencia y por eso es tan importante la integración de todos, más allá de cualquier singularidad…".
Si es verdad que la colaboración es la base de nuestra supervivencia y por eso es tan importante la integración de todos, más allá de cualquier singularidad, es impactante el contraste que existe entre el avance de estas iniciativas relacionadas con la diversidad, la igualdad de género y el cuidado de las diferencias entre las personas, contra la creciente intolerancia por la aceptación de la variedad, cuando lo que hay que aceptar son las opiniones de los otros. Particularmente, en varios de los que proclaman la igualdad y la inclusión.
Existen teorías de la comunicación que desde hace tiempo intentan explicar la efectividad estratégica de la propaganda política que polariza las antinomias generando gran impacto sobre la opinión pública. Es conocido también el rol de los medios de comunicación y la particular actitud de varios políticos en este sentido.
Las últimas elecciones han puesto sobre el tapete esta paradoja política que profundiza cada vez más una brecha que, frecuentemente, desde las dos puntas, promueve la descalificación de opiniones opuestas a las propias, en lugar de integrar la pluralidad de enfoques y visiones en la generación de una mayor cantidad de alternativas enriquecedoras para proponer estrategias que permita superar la dramática crisis que vivimos los argentinos.
Por eso es necesario que nos preguntemos: ¿Alimento yo también un pensamiento extremista? ¿Es posible pensar un futuro mejor con personajes talibanescos o fanáticos ideológicos o políticos? ¿Cuál puede ser una estrategia razonable y posible de implementar frente a estos fundamentalismos del siglo XXI? ¿Podemos aprovechar la democracia para neutralizar tanta intolerancia?
Las elecciones pueden ser una gran oportunidad. En los próximos días encontraremos las claves de lo qué puede suceder con este tipo de inclusión en el futuro de nuestro país.
Por Gustavo Carlos Mangisch
Doctor de la UBA en Ciencias Sociales
