La comunicación efectiva se ha convertido en una herramienta de gestión imprescindible tanto para instituciones como para empresas. Las grandes compañías cada vez le otorgan mayor poder a los responsables de la comunicación dentro de sus organigramas y han entendido, incluso, que no hay comunicación externa efectiva sin un afilado sistema de comunicación puertas hacia adentro. “Nuestro primer cliente son nuestros empleados”, suele ser el lema. Las instituciones aún están un poco lentas, aunque de a poco van entendiendo que una comunicación profesional a la larga entrega buenos resultados; incluso, sin gastar fortunas. En este contexto, mientras el mundo se capacita y le saca punta al lápiz para mejorar estrategias, acá hay gente como el presidente de la Corte de Justicia, José Abel Soria Vega, que se da el lujo de negarse a hablar con los medios. Una locura que no solamente le cae a él, si no al resto del cuerpo colegiado que él integra y va a contrapelo de lo que muchos otros importantes actores del Poder Judicial piensan.
Hay varios ejemplos de lo que ocurre cuando no se contestan preguntas, pero tal vez el más reciente y de mayor impacto haya sido el que protagonizó Cristina Fernández de Kirchner. La exmandataria, mientras estuvo en el poder, eligió no responderle a los periodistas y cuando le tocó enfrentar a estudiantes en una universidad de Estados Unidos, no supo qué decir ante un cuestionamiento desacomodado. Usó la cadena oficial como la forma de comunicarse porque nadie le hacía preguntas. No había comunicación, sólo monólogos. Años después le volvió a ir mal, pero esta vez fuera del poder y con Luis Novaresio, un periodista bien formado e informado, que la puso en aprietos en varios pasajes de un programa de televisión. Novaresio no se fanatizó, no exageró, supo qué preguntarle y rechazó entrar en el juego de ella, el de Boca-River, es decir, en el cómodo terreno de las acusaciones cruzadas sin fundamentos.
Probablemente al presidente de la Corte no le importe la popularidad, y por ello no habla. Aunque sí debería importarle la imagen de la institución que conduce. Mientras más oculto esté, más oscura será la imagen del Poder Judicial. No sirve, no es claro, no ayuda.
Hay cientos de causas que merecen tratamiento especial, como la de los seguros, por ejemplo. Nadie puede negar que hay un altísimo componente político en esa investigación, pero ningún actor relevante se hace cargo de esa parte. A propósito, sembró dudas una reunión entre el diputado nacional Eduardo Cáceres y Oscar Bernard, exasesor de Gobierno cuando se hicieron las contrataciones con el IAPSER. El llamativo encuentro se produjo en Capital Federal y corrió por los pasillos sanjuaninos esta semana. ¿Protegerá el macrismo a Bernard? No se sabe. Nada se sabe. Pero es una pregunta válida, porque hay carencia de información. Si esa causa fuera transparente, estas dudas hoy no existirían. La comunicación es una herramienta de transparencia y, en sentido contrario, el silencio abre todas las especulaciones imaginables. El mismo Bernard le dijo a este diario cuando salió de prestar testimonio ante la Justicia, que él no rinde cuentas ante los medios de comunicación. Se equivoca. No sólo hay que serlo, también hay que parecerlo.
Incluso sería interesante que el Consejo de la Magistratura, entre tantos otros requisitos mucho más importantes que éste, tuviera en cuenta la posición del futuro posible integrante del máximo tribunal en materia de comunicación institucional. De ello también depende que este recambio termine sirviendo. ¿Recambio? Sí, recambio: ya se fue Juan Carlos Caballero Vidal, pero ahora falta Adolfo Caballero, quien dijo que lo iba a decidir este mes; Ángel Humberto Medina Palá, aunque hay algunos que dicen que es inminente su salida; y el propio Soria Vega, quien parece un hueso duro de roer, a pesar de que en los cafés de Tribunales dicen que al terminar esta presidencia dejará Tribunales para siempre.
Ojalá Soria Vega se dé cuenta que su actitud no le hace bien al Poder Judicial porque retrocede cientos de años luz. Nada es efectivo sin comunicación hoy. La era de callar se terminó con la aparición de las redes sociales. Nada es, todo parece, y con eso lamentablemente alcanza. Hay una inversión histórica en infraestructura y estrategia judicial y el presidente de la Corte amaga con echarla a perder toda de una vez, y sólo por un capricho personal. Una lástima.