La desaceleración del crecimiento económico de China, un espejo en el que se refleja la evolución de los mercados mundiales, ha encendido luces de alarma por el giro que están dando las nuevas autoridades del coloso asiático, hacia mayor apertura en manos de la actividad privada, aunque incide también un preocupante endeudamiento.

Este replanteo político no significa que el admirable modelo de tasas chinas vaya a desaparecer porque si bien el Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de rebajar las perspectivas de crecimiento país para este año, de 8 a 7,75%, sigue siendo un crecimiento fuerte y por encima del pronóstico oficial del organismo estimado en un 7,5% para este año con una tendencia de 2012, cuando se registró un crecimiento del 7,8%, la mayor caída desde 1999.

En este contexto, los analistas recuerdan el discurso del nuevo primer ministro, Li Keqiang, ante la asamblea del Partido Comunista con una retórica pro mercado que no se escuchaba en China desde hace más de una década, al anunciar que el gobierno central reduciría el papel del Estado en materia económica, con la esperanza de promover las energías creativas de la nación. Hace una semana esto se concretó con una serie de propuestas orientadas a reducir la intervención del gobierno en los mercados y darle a la competencia entre los distintos agentes privados un papel más importante a la hora de decidir inversiones y establecer precios, lo que podría convertir a China en un competidor aún más fuerte en el escenario global, al alentar la innovación y ampliar la clase media.

No obstante, surge la duda acerca de si esta reestructuración económica será sostenida por la dependencia del crédito estatal y las directivas del gobierno, aunque los planificadores políticos de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reformas, una agencia que decide las políticas de varias áreas de la economía y la industria china, avanzan en los proyectos para renovar el modelo de crecimiento con un giro prácticamente sin precedentes en la rigidez comunista.

Frente a estos cambios el FMI pronostica una deuda en torno al 50% del PBI, frente al 10% del año pasado. Estos cambios, que reducen el gasto público y que confían en el sector privado, podrían debilitar aún más la economía en el corto plazo, y elevar el desempleo, pero es el desafío que enfrentan los nuevos líderes de China al prometer la transformación económica más osada en una década de incesante desarrollo.