En diferentes ámbitos se escucha lo que algunos llaman "el problema adolescente”, pero en realidad, los adolescentes no son un problema, sino que tienen problemas, entre otras cosas que los identifican, por lo que resulta agraviante decir que su existencia es un problema en sí mismo.

Es de lamentar que, cuando se describe la vida de los adolescentes, se apunte, única y metódicamente, a los conflictos y al "descontrol" que obviamente existe y es visible en boliches y en calles del país. Sin embargo, vale señalar que esos mismos chicos que salen a la noche con mayor o menor grado de "descontrol” pueden haber sido parte, por ejemplo, de los más de mil adolescentes que fueron a barrios alejados de sus hogares para construir casas para personas que no tienen un hábitat digno.

Esta aventura solidaria, una entre tantísimas otras, impulsada por la ONG Un Techo para mi País, hizo que durante un fin de semana largo chicos y chicas trabajaran en centenares de casas, empuñaran un martillo quizá por primera vez en su vida y tomaran mate con personas con las que, en otras circunstancias, no hubieran establecido ningún contacto. Esa es otra de las formas de ponerse a prueba que usan los adolescentes. En este caso, ellos se reconocen en acciones que no concitan la mirada mediática tanto como un coma alcohólico o la toma de un colegio.

El peor riesgo que corren no es el alcohol, las drogas, la promiscuidad sexual, el embarazo temprano o la inseguridad, sino el descorazonamiento. Se trata de un riesgo, no de una realidad generalizada, porque, si hay algo que cuesta, es descorazonar a un adolescente. Aunque a veces, lamentablemente, el fenómeno se produce para tristeza de todos. Uno de los elementos que más riesgo conlleva de descorazonar a los jóvenes es el rostro angustiado de sus padres a la hora de dar cuenta de su propia vida. De hecho, si se hiciera una radiografía psicológica de los chicos y chicas que descontrolados en noches bolicheras y sus adyacencias, se escucharía este discurso subyacente: "Vivamos ahora todo lo que sea divertido, que al crecer te transformas en eso que son los padres, que están siempre quejándose de su destino, sin posibilidad de vivir la vida en plenitud".

La adolescencia tiene problemas, pero también tiene recursos y valorarlos es deber de los adultos.