Seguramente aquel turista, viajero o promesante que por diferentes motivos fue alguna vez a Jáchal, pasó un momento sumamente agradable en ese típico comedor que funcionó, hasta hace una década atrás, situado en la popular calle San Juan. Se lo conocía popularmente como "el restaurante del Chatito Flores”. Este sitio se transformó en un ícono de la gastronomía jachallera, siendo uno de esos lugares donde casi obligadamente se hacía un alto, más allá del motivo de nuestra visita, para saborear una deliciosa comida.
Por muchos años -casi sesenta- numerosos sanjuaninos y no sanjuaninos, y por supuesto jachalleros, concurrieron a este lugar familiar, el cual poseía esos atributos o detalles propios de las localidades pueblerinas, como ese soplo emergido del pasado lejano, la atención personal y cercana, junto a esa amistad incondicional que rápidamente se percibía.
Su dueño, don Manuel Ángel Flores, es un jachallero de antigua estirpe, comenzando con estas tareas en la década del "50, luego de que cumpliera con el servicio militar obligatorio en el Liceo General Espejo en Mendoza, donde -lo recuerda con nitidez- su cuartel fue movilizado al estallar el golpe que derrotó a Perón y que se inició en Córdoba. Cuenta que luego fue chofer de mudanzas en un Ford 46 y que la idea de poseer un restaurante nació en Mendoza cuando realizó uno de sus acostumbrados viajes. Allá su mirada inquieta observó una parrillada y desde entonces la idea le daba vueltas y vueltas en su cabeza. Conversando con su esposa que era enfermera, doña Rosa Hilda Verón de Flores, decidieron inmediatamente ejecutar el proyecto, comprando los objetos necesarios para su instalación en una sucursal que tenía en ese entonces la conocida "Casa Lara”, allá en la Villa San José. Lo más arduo fue conseguir un buen cocinero, hasta que afortunadamente uno que había llegado de afuera de apellido Peñaloza, se unió por unos meses a la empresa, a la par que su esposa leía con avidez los libros de doña Petrona de Gandulfo, sumado a los conocimientos de la cocina jachallera que poseía por tradición. Con mucho esfuerzo el local fue inaugurado, funcionando en un primer momento en un local frente a la plaza, hasta que luego se trasladó a esa antigua casa que le compró a don Arturo Bravo, maestro-director de una escuela de la localidad de San Roque, con quien cultivó una gran amistad. La casa la restauró durante un año, dejándola en perfectas condiciones.
Ya se había transformado en una empresa familiar colaborando sus 4 hijos. Cuenta don Ángel con nostalgia que tanto él como su esposa se convirtieron en expertos cocineros, sobresaliendo platos propios de la gastronomía criolla, como empanadas, chivito asado, además de otras exquisiteces que incluían los postres, preparados especialmente por su esposa. Cuando en el mes de noviembre sobrevenía la Fiesta de la Tradición, su restaurante tuvo comensales estrellas de lujo, como Jorge Cafrune, quien saboreó "un churrasco y pollo”, y otros como Horacio Guarany, y conjuntos folclóricos afamados de aquellos tiempos, asistiendo los Quilla Huasi, Los Cantores del Alba o Los Tucu Tucu.
El "Chatito Flores” y su local son muy conocidos, hasta fuera del país. Cuenta con humildad que cuando transita por las calles "la gente lo reconoce y lo abraza, no teniendo enemigos ni grandes ni chicos…”.
(*) Magister en Historia.
