El festejo del Bicentenario de la Patria encuentra a la Argentina en las antípodas del espíritu de los Hombres de Mayo y del legado que echó las bases de la organización nacional. Este homenaje a quienes en la gloriosa jornada del 25 de Mayo de 1810 nos dieron identidad republicana, se ve empañado ahora por el desencuentro, la intolerancia y la discordia que emana desde la clase dirigente, en todos sus ámbitos, y repercute como onda expansiva en el malestar general.
Quienes deberían dar el ejemplo del reencuentro con los valores de la argentinidad, solo exhiben con soberbia el poder que busca imponer posiciones y verdades sectoriales reñidas con el consenso público y el respeto a la diversidad de opiniones que enmarcan a la democracia. La tradicional Semana de Mayo, y más aún la conmemorativa de los 200 años del primer grito de libertad, debería ser un paréntesis respetuoso en la agenda puntual, para celebrar digna y fraternalmente una fecha histórica en la que el mundo ha puesto su mirada en la Argentina.
Sin embargo, las rencillas políticas cotidianas y las posiciones antagónicas van a deslucir las ceremonias trascendentes y lejos de lo que fueron, hace un siglo, los festejos del Centenario, que encontró a todos los argentinos juntos y expectantes ante una nación en desarrollo que apuntaba a convertirse en potencia mundial. Hoy las motivaciones son políticas, ideológicas y oportunistas.
La presidenta de la Nación declinó, con una carta de tono irónico, asistir a la gran gala de la reinauguración del Teatro Colón, porque el jefe de Gobierno porteño criticó al esposo de la mandataria. A su vez, la jefa de Estado no invitó al vicepresidente Julio Cobos a la cena del Salón Blanco con 200 personalidades y dignatarios extranjeros: "No sabríamos en condición de qué hacerlo", afirmó el jefe de Gabinete Aníbal Fernández, y tampoco están presentes los ex presidentes, salvo Néstor Kirchner. También está politizado el Tedeum, para no escuchar críticas desde el púlpito, mientras grupos piqueteros amenazan con boicotear la parada militar y otros actos. A todo esto no se sabe si la gente podrá trasladarse en el país por los paros intempestivos y otras medidas de fuerza contra el turismo. Pero lo realmente condenable, es que los escolares de Neuquén verán pasar este Bicentenario sin actos alusivos, desfiles ni caracterizaciones patrióticas, porque son rehenes de los docentes que todavía no inician el año escolar por las demandas salariales desmedidas.
A todos les cabe la olvidada frase: "Que Dios y la Patria se los demanden".
